Capítulo 46

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Samay Meyer

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Samay Meyer

Rex estaba sentado y recargado en el árbol, con su mano cubriendo su nariz que sangraba, una gran mancha roja en su pómulo y ojo, y su otra mano, ejerciendo presión sobre su abdomen. Santo Jesús de Nazareth.

—Samay, podemos explicarlo... —dijeron, pero yo no entendía nada.

¿Eso le habían causado en cinco minutos mientras yo estaba completamente embobada con los Frensby Ajax? ¿Por qué ellos habían hecho esto?

Azariel, Cobain, Rayan y Yael, solo platicaban entre ellos, como si a menos de medio metro no tuvieran a Rex, que casi se estaba muriendo.

Esos imbéciles insensibles.

—¡Rex! —corrí hacia mi amigo y me percate como los cuerpos de los Frensby Ajax se tensaban.

Llegué rápidamente a mi amigo, me arrodillé a su lado y tomé su cara entre mis manos.

No me equivocaba. Sus normalmente pómulos marcados, estaban hinchados y uno de sus ojos, comenzaba a tornarse demasiado rojizo. De su nariz salía mucha sangre y en su boca estaba llena de la misma.

¿Por qué le habían causado esto?

—Les dije que la distrajeran. —alcance a escuchar el susurro enfadado de Yael.

Miré tras de Rex, fulminando a los cuatro hombres, que me miraban seriamente.

—¡Son unos salvajes! ¿Por qué hicieron eso? —pronuncié enfadada.

—Se lo merecía, no cumplio con...

—¡Callate Cobain, no necesito tus excusas! —exclame.

Tomé mi bolso que estaba a lado de Rex, tiré todo su contenido bruscamente al piso, agarre el pequeño kit de primeros auxilios y comencé a curarlo.

—No es necesario que hagas todo esto. —dijo a regañadientes Emeric. Ni siquiera los mire, me era más importante cuidar las heridas de Rex.

Estaba furiosa y confundida.

De repente llegan, ni un hola pronunciaron, pero que tal unos buenos golpes. Son unos tontos.

¿Qué hacían todos ellos aquí? ¿Por qué estaban aquí? ¿Por qué golpearon a Rex? ¿por qué volvieron cuando ya estaba decidida a olvidarlos?

Mis manos comenzaron a temblar por alguna razón. Rex no hablaba, solo me miraba; sabía que estaba intimidado por estos hombres. Nuestros ojos se encontraron, pero rápidamente desvié mi vista de la de él, avergonzada.

Sentía que todo esto era mi culpa. A pesar de no comprender nada, todo era mi culpa.

De repente, una mano detuvo mis distraídos movimientos sobre la cara de Rex, mire cuál de los idiotas me tocó.

5 están bien, pero, ¿15?Where stories live. Discover now