Capítulo 2.

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—Esta claro que no podes solo. —Rodé los ojos —. No seas cara dura, vení. —Extendí mi mano para que la agarre.

Él levantó levemente la cabeza para mirarla con duda. Tuvo la intención de agarrarla, pero después de ver la suya se retractó.

—Te voy a ensuciar —musitó haciendo que le preste atención.

Su mano esta manchada de sangre y mugre.

Si, me hubiera dado asco que me toque, pero esta situación supera mis problemitas.

—No nos podemos quedar acá mucho tiempo más —dije al ver la hora en mi Apple watch. Falta poco para el receso —. ¿Te podes levantar? —consulté.

Él asintió y después de varios quejidos pudo pararse.

Pude ver sangre deslizarse de su labio.

Busqué en mi cartera pañuelitos descartables y saque uno.

Antes de que la sangre se deslice hasta el piso apoyé con cuidado el papel en su labio inferior.

Él me miró sorprendido y se alejó instintivamente.

—Estas sangrando —dije obvia —. Vas a manchar el piso —avisé extendiendole el pañuelito para que él lo agarre.

Agarró el papel en silencio.

—No hace falta que te preocupes —dijo cuando empecé a caminar con él.

—Solamente te acompaño hasta la enfermería —hablé con inocencia sabiendo que probablemente no va a ir.

—No voy a ir a la enfermería —murmuró.

Ya sabia.

—¿Por qué no? —interrogué.

Seguro no se anima a decir quien lo golpeó por miedo a que le vaya peor.

—No quiero que me hagan preguntas —contestó confirmando mi teoría.

—Esta es la hora de descanso, seguro no hay nadie —aseguré —. Yo te acompaño —insistí.

No voy a dejar que este chico se muera sabiendo que fui la última persona en hablar con él.

Soy muy linda para ir a la cárcel.

Él me miró sin saber que decir.

Sus ojitos de bambi me siguen dando envidia.

—¿Estás segura? —preguntó con nerviosismo.

—Si, confía, nene. —Sonreí levemente.

Pude ver como sus mejillas se pusieron coloradas.

—Bueno —aceptó desviando la mirada.

Fuimos hasta la enfermería y por suerte no había nadie.

—Sentate —ordené mientras buscaba alcohol y gasas.

Él me hizo caso sin rechistar.

Encontré las cosas y me acerqué a él para curarlo. Esta sentado en la camilla negra.

Cuando vio que me posicione entre sus piernas separadas para poder tener acceso más fácil a sus heridas se alejó.

—N-No —dijo intentando separarse sin tocarme —. Yo puedo solo —aseguró.

—Como vos digas. —Suspiré cansada —. Toma. —Le extendí la gasa con alcohol —. Después ponete esta crema para la inflamación. —Dejé el potecito en la camilla.

Me lavé las manos y me fui sin mirarlo.

No le voy a dar mi ayuda a gente que no la quiere. O sea, estoy desperdiciando mi tiempo preciado en alguien que ni siquiera conozco y no me valora.

¡Es increíble!

(...)

—¿Cómo te fue bebé de papi? —Mi papá me apretó los cachetes cuando me vio.

—Bien, creo. —Suspiré.

—¿Qué pasó? —Abrió la puerta del copiloto para que suba al auto.

Subí y esperé a que él también lo haga.

Mi papá salió antes de su trabajo solamente para venir a buscarme el primer día. No espero menos de cualquier hombre.

—Intenté ser buena como siempre me decis y no salió bien, pésimo consejo. —Me crucé de brazos.

Mi papá se rió.

—Ser buena es un valor que siempre tenes que tener mi cielo, ¿por qué no te salió bien? —interrogó.

—Vi que estaban golpeando a un chico entonces fui y me hice la heroína, después le ofrecí mi ayuda al chico, pero básicamente no la apreció y me sentí rechazada —expliqué brevemente.

—Capaz ese chico tiene muchos problemas y tenes que ser empatica con él —debatió —. Por otro lado estoy muy orgulloso de que hayas ido y no te hayas hecho la boluda, eso es un gran paso y si salió de vos significa que pensas en las demás personas. —Asintió conforme.

Cuando era más chica el psicólogo me dijo que tenía indicios de narcisismo. Mi papá se negó rotundamente a aceptar eso y se convirtió en mi terapeuta las veinticuatro horas del día. Eso sumado a un profesional con el que tengo sesiones todas las semanas.

Yo también empecé a entender más de empatia cuando mi mamá falleció y lo vi consumido en la tristeza.

Según él ellos se amaban muchísimo y nunca va a encontrar otro amor de su vida como ella.

Mis recuerdos son escasos, pero las cientos de fotos y videos me reafirman que éramos una familia perfecta y mi mamá era la mujer perfecta.

Y por suerte me heredó su genética y sus hermosos ojos verdes.

—Quiero merendar brownie —pedí.

—Lo que mi princesa quiera —Victor, mi papá, aceptó al instante.

El brownie definitivamente es nuestro postre favorito y viene de familia.

Bullying; Spreen Where stories live. Discover now