Capítulo 36.

2.7K 326 121
                                    

(...)

Fueron las vacaciones más fugaces que tuve. El comienzo de clases llegó más rápido de lo que esperé.

Volví a retomar mi relación cercana con Pilar y las pijamadas con los chicos.

Aunque sigo prefiriendo quedarme con Ivan hasta la madrugada viendo videos randoms y besándolo.

Besándolo...

Dejé de prestarle atención al video que se reproducía en la tele y clave mi vista en Ivan.

—¿Por qué vos nunca me besas? —reclamé.

Todos los besos los empecé yo.

—¿Qué? —Ivan abrió los ojos sorprendido por la repentina pregunta.

—Nunca me besas primero —recriminé —. ¿Por qué?

—¿Nos besamos o no? —cuestionó.

—Si, pero yo quiero que vos tomes la iniciativa. —Lo señalé acusadora.

—Me da vergüenza, Emilia. —Masajeo su entrecejo nervioso.

—¿Y? —Elevé una ceja —. No te voy a besar más —sentencie —. Hace semanas estamos en algo, media pila.

Él suspiró frustrado y dejó caer su cuerpo sobre la cama.

—Bueno —declaró mirando el techo.

—¿Bueno? —pregunté disconforme —. Ahí me tenias que agarrar y romperme la boca de un beso —informé.

—No —se negó con vergüenza.

—Ivan —me quejé —. Quiero un beso.

—Vos sos la que dijo que no me iba a besar más —discutió.

—Ajá. —Asentí —. Pero vos me podes besar —recordé con picardia.

—Bueno —repitió haciendo que suelte otro quejido.

—Bueno. —Me crucé de brazos y apoyé mi espalda en la cabecera de la cama —. Como si tus besos fueran tan buenos —le resté importancia.

—¿No son buenos? —consultó sentándose para mirarme.

Parece que toqué un tema que le interesa.

Me encogí de hombros.

—No sé, ni me acuerdo como eran —mentí mirandome las uñas.

Sus besos son los mejores que probé.

—Emilia —se quejó acercándose.

—¿Qué? —Lo miré desinteresada.

—¿Te gustan mis besos? —exigió saber.

—No sé —contesté indiferente.

Se dieron vuelta los papeles.

—Besame —pidió.

—Vos besame —repliqué.

—Ya te dije que me da vergüenza —reiteró con un puchero en sus labios.

—Justo de a partir de hoy a mi también me da vergüenza —retruqué.

—Emilia —volvió a quejarse.

Apoyó su cabeza en mis muslos rendido y me miró enojado.

—Entonces no nos besemos más —murmuró.

—A ver que tan lejos llega tu capricho —propuse.

—No es un capricho —contradijo —. Lo tuyo es un capricho.

Bullying; Spreen Where stories live. Discover now