Capitulo I: Primeras Grietas en la normalidad.

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NARRADOR OMNICIENTE:

En los primeros días del apocalipsis, cuando el mundo aún se aferraba a la normalidad con desesperación, Kal Agnelli y Alicia Clark se encontraron en mundos separados, sin saber que sus destinos se entrelazarían de manera inquebrantable.

La ciudad, antes bulliciosa y llena de vida, comenzaba a revelar grietas en su fachada de civilización. Kal, un adolescente audaz de espíritu libre, disfrutaba de la libertad que brindaba la juventud, ajena a las señales tempranas de desastre que se esparcían como sombras en la periferia de su conciencia.

Por otro lado, Alicia, la hija responsable de una familia aparentemente normal, luchaba con los problemas cotidianos mientras las noticias alarmantes de sucesos extraños y violentos comenzaban a llenar el aire. Sin embargo, ninguno de ellos podía anticipar el rápido y siniestro giro que tomaría su realidad.

La infección, como una sombra ineludible, se infiltra en las calles, transformando a amigos y seres queridos en criaturas hambrientas de carne. En la escuela de Kal, el caos estalló, llevando a la fuga desesperada de estudiantes y profesores mientras los primeros murmullos de pánico resonaban en los pasillos.

Simultáneamente, en el hogar de Alicia, la seguridad aparente de la vida cotidiana se desmoronó cuando su vecino, antes amigable, se convirtió en una amenaza letal. Los gritos y aullidos llenaron el aire, y Alicia, con el corazón acelerado, comprendió que la realidad que conocía se desvanecía ante sus ojos.

En este turbulento amanecer del apocalipsis, los caminos de Kal y Alicia se cruzaron por primera vez, cada una luchando por sobrevivir en un mundo que se deslizaba rápidamente hacia la anarquía. El comienzo de la pesadilla era solo el preludio de una historia que los uniría en una lucha común por la supervivencia y, tal vez, en un amor que florecería en medio de la desesperación.

Pov: Kal Agnelli.

Estaba sola en el mundo, excepto por la compañía constante de mi abuelo. Tanto en un mundo infestado de caminantes, como antes de todo esto, el era mi única familia, un ancla en un mar de caos. Vivíamos en un pequeño refugio improvisado, siempre en alerta ante la amenaza constante que representaban los muertos vivientes.
Nuestro refugio era modesto, un recordatorio constante de cómo las comodidades de la vida cotidiana se desvanecieron junto con la civilización. Aprendimos a vivir con lo esencial y a valorar cada recurso limitado. Las noches eran largas, siempre a la espera de algún sonido inusual que pudiera indicar la presencia de los no muertos. Éramos conscientes de que, en medio del caos, los seres humanos podían desencadenar aún más destrucción. La sociedad, antes estructurada y organizada, se había desmoronado, dejando a las personas a merced de sus instintos más básicos de supervivencia.

Era de tarde, mientras buscábamos suministros en una tienda abandonada, un descuido nos  llevó a una tragedia inimaginable. Un caminante, oculto entre las sombras, atacó a mi abuelo.
La desesperación se apoderó de mí en un instante. Mis instintos de supervivencia se activaron, y corrí hacia mi abuelo, luchando contra el terror que se apoderaba de mi ser. No había espacio para el miedo o la vacilación; solo la urgencia de proteger a la única persona que me quedaba en este mundo devastado.

Mis manos temblaban mientras empuñaba una improvisada arma. El pulso acelerado y la tensión en el aire formaban una sinfonía de miedo y urgencia.

—¡NOOO, no maldición!— Rugí, dejando escapar la frustración acumulada mientras retiraba el cuchillo del cráneo del caminante. La liberación momentánea de la amenaza no disipaba el dolor y la angustia que inundaban mi ser al ver a mi abuelo herido. Con el cuchillo en la mano, me arrodillé a su lado.

La mordedura letal se convirtió en un destino sellado, una sentencia de muerte susurrada por los labios de la desesperación. Nos desplazamos de regreso al refugio en un peregrinaje de pesar, nuestros pasos cargados con el peso abrumador de una pérdida inminente. Cada huella marcaba el camino hacia la despedida, cada uno una declaración silenciosa de nuestra tragedia compartida.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora