Capítulo II: Lejos de casa y una nueva realidad.

17 0 2
                                    

El tren se puso en marcha, aquel 30 de noviembre saludé por última vez a mis padres, posteriormente del saludo volví a meterme al interior del tren, el viaje sería largo y aburrido o eso tenía en mente de no ser por otros hombres que iban en el tren, supongo serán más reclutados o voluntarios; estos hombres se la pasaban cantando, tomando alcohol, celebrando y diciendo que nosotros íbamos a ganar en esta guerra, honestamente no estoy seguro de ello, por más que seamos increíbles y fuertes sin mencionar nuestra inteligencia superior, los soviéticos corrían con ventajas en número y muy probablemente en armamento; también podrían tener...

– ¡Moro moro! ¿Estás acá para unirte al ejército y patearles el trasero a esos comunistas, ¿verdad? –escuché de repente, cosa que provocó mi mirada ante el sujeto que me dirigía la palabra.

– ¿No le parece un poco obvia la respuesta a su pregunta? –

– Tiene razón, mi pregunta fue bastante absurda. Pero sacando la pregunta estúpida, ¿puedo saber cómo te llamas? –

Lo miré con desconfianza mientras analizaba sus palabras, no soy de confiar mucho en los que me rodean exceptuando a mis padres, pero con el resto simplemente me cuesta demasiado confiar tan rápido. Después de mirarlo un rato noté su mirada incómoda que me dedicaba por el tiempo que me tardaba en responderle, asentí con la cabeza para demostrar que accedía a su petición.

– Esta bien, pero tendrás que decirme tu nombre, edad y de dónde vienes –

– Me parece un trato justo –me respondió sonriente.

– Mi nombre es Taneli, Taneli Heikkilä –

– Un gusto conocerlo Taneli, yo me llamo Filip, Filip Olofsson. Vengo de Plusujärvi, está en Suecia, pero nací aquí en Kanta-Häme pero no en la ciudad, sinó que en Hausjärvi, cuando llevaba unos meses de nacido mis padres decidieron mudarse a Suecia ya que heredaron un terreno y no querían estar en medio de la guerra civil –

– ¿Hausjärvi? Entonces sos de pueblo... –

– ¿Disculpa? –me preguntó ofendido. Cambié de tema rápido.

– ¿Tu edad? –

– 24 años, casi 25, ¿y vos? –

– Nunca dije que te diría mi edad –

– Bueno, pero tenes que decirme, así seremos amigos y te cubriré la retaguardia cuando estemos en el campo de batalla, así evitarás que te derriben en el primer enfrentamiento –me comentó.

– No voy a necesitar tu ayuda en el campo, soy capaz de cuidarme por mí mismo –lo miré con un poco de molestia– Además, es algo ridículo que estes buscando amigos en medio de este conflicto –

– No seas estúpido, ¡te matarían al primer segundo si estás solo! ¡Tenés que aprender a confíar un poco más en la gente que te rodea, sobre todo si estamos en una puta guerra dónde si te quedas solo te matan! –

– ¡Ugh! –exclamé irritado– ¿Si te digo que sí, cerraras la boca? –

Al ver que asintió acepté su propuesta a regañadientes, no me gusta hacer sociales, pero él tiene razón, si quiero sobrevivir tengo que tener alguien que me cuide la retaguardia. Después de eso todo se volvió silencio, o eso podría decirse si evitamos mencionar a los demás reclutados, el silencio no era incómodo más bien era uno bastante cómodo la verdad; el silencio perduró por un par de horas, después Filip volvió a hablarme de todas sus "aventuras" por el resto del viaje hasta llegar a Viipuri, incluso no se callaba cuando era la hora de dormir. El trayecto recorrido duró alrededor de dos días completos. Me abstuve de golpearle la cara para que se callara, si hay algo que odio son los charlatanes, son tan irritantes hablando todo el tiempo sobre cosas bastante absurdas.

La Guerra de Invierno Where stories live. Discover now