Capítulo III: ¿Quedarme en casa? Imposible, la victoria me espera.

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Pasarón dos días desde que el muchacho dejó la tierra de nadie, dos días en los que no pudo conciliar el sueño por el miedo de que lo matasen. Cuando llegó a la estación de Hämeelinna bajó del tren y se encontró con dos oficiales quienes dijeron tenían ordenes de llevarlo a su casa, no se quejó en ningún momento desde que empezó el trayecto hasta la casa. Cuando llegaron a la vivienda del joven este bajó de la carreta en la que lo llevaron y dejaron frente a la puerta, el joven no podía creerlo por fin estaba de vuelta en casa después de tanto tiempo... Esperó unos segundos antes de llamar a la puerta.

– Ya voy –se escuchó desde adentro– ¡Oh, Dios mío! –

– ¿Quién es, querida? –dijo el hombre de la casa– ¿Taneli? –

– Hola mamá, hola papá, me dieron permiso para pasar las fiestas con ustedes –

La mujer que estaba en un estado de shock sacudió un poco su cabeza y corrió a los brazos del muchacho abrazándolo con mucha fuerza entre lágrimas de alegría. Su padre al ver como la mujer abrazaba a su hijo también se acercó uniéndose al abrazo con una amplia sonrisa, por fin después de unas eternas semanas de preocupación supo que su pequeño seguía con vida. A aquel abrazo grupal también se sumó el can quien al ver a su dueño empezó a ladrar de alegría.

– Por favor, pasa, pasa, ya te prepararé algo caliente para que comas y tu madre te preparará un poco de agua tibia para que puedas bañarte. Dame eso campeón –le decía su padre con alegría mientras tomaba las pertenencias de su hijo para entrarlas al hogar– Cuéntanos, ¿cómo está todo en el frente? –

– Yo no estoy tan cerca del frente, estoy en Vipurii, pero me ascendieron a francotirador... –comentó mientras acariciaba al canino quién movía la cola con frenesí.

– ¿Con tu poca paciencia? ¡Que locura! –

– Papá, te dije que yo era bueno con las armas, pero nunca me escuchaste... No es por ser grosero, pero no pude dormir en todo el viaje y estoy cansado, quisiera tratar de dormir un poco –

– Claro pequeño, ya sabes dónde está tu habitación, descansa bien, te levantaré en cuanto la cena esté lista –

Sin decir más los padres le sonrieron a su hijo hasta que este se perdió por las escaleras seguido del perro, cuando esto pasó ambos se miraron con preocupación puesto que sabían que ese ya no era su hijo, ya no era aquél joven de carácter dulce y que siempre estaba con una sonrisa... ahora solamente tenía una mirada vacía, fría y dolida con una expresión estoica.

– Ese... ese no es mi Taneli... –

– Maliha... Taneli ya no volverá a ser como antes –

– ¡Pero vos si estas igual que antes! ¡No cambiaste en ningún momento después de la guerra civil! –

– No es lo mismo, yo no tenía contacto directo con los enfrentamientos, yo solamente llevaba municiones o estaba a la distancia –

La mujer miró con tristeza a su marido mientras se negaba a la idea de que su pequeño bebé ya no estuviera, el hombre la miró comprensivo y simplemente la abrazo para así poder darle mimos en su espalda; por unos minutos estuvieron en silencio hasta que ambos adultos soltaron un suspiro pesado y con algo de tristeza se fueron a continuar con lo que estaban haciendo.

Por otro lado, Taneli se encontraba mirando el interior del cuarto, todas sus cosas estaban tal como las dejo al principio, miró su cama y se sentó con cuidado pasando su mano sobre las mantas, se recostó dándole la espalda a la puerta y solo fijo la mirada en la pared a un punto infinito que le traía recuerdos horribles; todo parecía igual que siempre, pero Taneli realmente no se sentía como si todo fuera lo mismo, algo había cambiado en su mente y no fue para bien. De un momento a otro empezó a escuchar el ruido de los motores de un avión, los bombarderos, lo alarmaron tanto que saltó de su cama y se alejó de la ventana con torpeza provocando un ruido en el techo del piso de abajo y también los ladridos del perro.

La Guerra de Invierno Where stories live. Discover now