CAPÍTULO 16

21 7 16
                                    

Sorprendente me levanté esta mañana sin la necesidad de ninguna alarma, cosa que necesitaba porque ni los gritos de mi madre me despertaban.

Pero esta vez fueron unos gritos muchos más fuertes y de varias voces. Sobre todo cuando escuché su nombre.

— ¡Noa!— gritó la madre — ¡¿Has vuelto a salir a escondidas por la noche?!

— Qué ojeras más feas que tienes, joder.— se quejó la otra mujer.

— Lucía, ¿tú la viste salir anoche?— preguntó la madre.

— Yo qué sé.

Curiosa me levanté de la cama. Tea aún seguía durmiendo tranquilamente y le cubrí mejor con las sábanas hasta la altura de la oreja, así también para que no se despertara. Emma igualmente estaba dormida profundamente en el sofá. El abrigo que la cubría estaba en el suelo, lo recogí y le volví a cubrir.

Me puse los zapatos y me acerqué a la puerta de la habitación de la chica para escuchar mejor sobre lo que estaban discutiendo.

— ¡¿Qué has hecho?!— interrogó la madre.

— Nada.— se defendió Noa — No he hecho nada, ¿qué iba a hacer yo?

— ¿Y por qué esas ojeras feísimas?

— Yo qué sé.— mintió malamente.

Se escuchó abrirse la puerta principal y asomé mi cabeza por la puerta para ver quién era. No había nadie por el pasillo, por lo que salí del cuarto y eché un ojo a la planta baja desde las escaleras.

Cristóbal había llegado a casa y se extrañó de que las dos mujeres estuviesen discutiendo con la hija menor.

El hombre se adentró y me miró discretamente, luego se inventó una excusa para echar a las dos de casa.

— Luisa, cariño.— el hombre le ofreció en efectivo quinientos euros — ¿Podrías tú y Lucía ir a la tienda a ayudarme? Hay demasiados clientes y necesito buscar unos archivos que me he dejado aquí en la oficina.

Su mujer de mala gana aceptó el dinero y las llaves de la tienda. La hija mayor miró mal a su padre porque no recibió ningún dinero y cruzó al lado suyo sin mirarle.

Las dos mujeres salieron de la casa y Cristóbal corrió a ver a su hija.

— ¿Estás bien?— la abrazó y le acarició el cabello.

— Sí, tranquilo.— Noa esbozó una verdadera sonrisa en su rostro.

— Hija, ¿no has dormido a la noche?

— No pude.— se encogió de hombros.

— Vamos a sacar a tus amigas de aquí.— Cristóbal dirigió su mirada hacia mí.

Los dos subieron las escaleras y en cuestión de segundos llegaron hasta mí.

—¿Dormiste bien?— me preguntó Noa.

— Mejor que nunca.— me reí y ella también.

Cristóbal nos esperó a fuera del cuarto y nosotras dos entremos a su dormitorio. Emma ya se estaba cambiando el pijama y Tea recientemente se había despertado.

— Lo siento, ¿las desperté?— se disculpó Noa.

— No, fue porque tenía hambre.— contestó Emma.

— En la cocina te he dejado un trozo de mi bizcocho.

— Gracias, bebé.

Pasó al lado suya para darle un beso en la mejilla y se fue del dormitorio. Tea perezosamente se levantó de la cama y los cuatro que quedamos en el piso de arriba bajemos abajo también.

ÁNGEL DEMONIOWhere stories live. Discover now