Prólogo.

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—Puedes quedarte aquí el tiempo que sea necesario

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—Puedes quedarte aquí el tiempo que sea necesario. —William le había dicho.

Recuerda aquel día con claridad. El Teniente condujo hasta la ciudad y antes siquiera de pedirle que lo llevará con Celia o Gilbert, terminó en los suburbios y luego en una zona residencial.

—¿Dónde me lleva? —se había girado sobre el asiento, volteando hacia atrás. —Puedo volver a mi casa si me deja cerca de...

—Taylor, él me dijo que no te dejara en casa de tus padres, porque de cualquier forma no irías con ellos—hubo un gran silencio, largo e incómodo. —Sé que la relación no es buena.

—Oh. —se encogió de hombros, sintiendo pequeño, expuesto y sin tener claro cómo abordar aquella conversación incómoda. —¿Se lo ha contado?

—Lo lamento mucho.

—Yo igual.

William lo había visto con la mirada que él siempre deseó recibir de su padre. No de tristeza, ni lástima, sino de comprensión, de apoyo y cariño, luego, como si aquello hubiera sido un error, desvío su vista al camino, antes de retomar la plática, restándole importancia.

—Taylor, él me ha pedido que te deje en su departamento, si tú quieres, por unos días.

—¿Él vendrá? —su mirada se desvió a la ventana.

—No. —el alfa había suspirado con pesadez. —Te dejaré las llaves y vendré a verte en unos días, igual Freddy te ayudará con todo lo que necesites.

No preguntó nada durante el resto del camino, permaneció inmerso en el silencio, buscando entre sus pensamientos algo a lo que aferrarse, hasta que llegaron.

No había tenido la posibilidad de pensar en cómo sería la casa de Taylor, porque nunca creyó escapar de Castrum, pero una vez dentro se dio cuenta que aunque se hubiera imaginado el departamento del alda de muchas maneras, nunca estaría ni cerca de poder describir tal belleza.

Con líneas limpias y muebles modernos, paredes blancas y los suelos de madera clara, demasiado luminoso. Grandes ventanales con vistas panorámicas del horizonte. Su decoración era simple, con toques de colores neutros como cafés y blancos, casual pero elegante, y detalles finos. Ni demasiado lujoso ni poco, pero sí solitario.

—William. —lo llamó ese día, antes de que partiera. —Quiero decir, Teniente William... ¿Él vendrá cierto? En algún momento él aparecerá aquí para verme.

Los ojos bicolores del alfa se centraron en él, como el primer día que lo había visto en Castrum y sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—No vendrá, Nick.

—¿Yo podría ir? —mordió sus labios. —Quiero decir, Lucas me había dicho que en los celos las parejas podían visitarlos.

Su pecho vibró y la respiración se le atascó, tomando consciencia sobre sus palabras.

Maktub •Taynic Galikhar•Where stories live. Discover now