Malibú se convierte en el telón de fondo de como no hay un atajo para olvidar a alguien, simplemente tienes que afrontar echar de menos a alguien hasta que un día despiertas y ya no lo haces.
Después de dos años, en el dorado resplandecer de la pla...
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Nick únicamente se ha enamorado una vez. Ha amado una vez. Y le han roto el corazón una vez.
No se cree capaz de volver a enamorarse, tampoco quiere hacerlo. Siente que si lo hace perderá todo lo que construyó con Taylor y no quiere hacerlo.
No está listo para aceptar que tal vez sí fue una farsa, que Taylor lo engañó y todo fue por diversión, y que el amor no se siente así.
Por eso cuando Patrick avanza hacia su mesa y se sienta frente a él durante las tardes de casi todos los días, evita mirarlo a los ojos.
—¿Estás bien? —lleva el cabello hacia atrás y se ha recortado la barba. Realmente es atractivo, mucho más de lo que le gustaría que fuera.
—Sí. —le sonríe.
Estaba en un pequeño restaurante a nada de casa. Su madre y Sasha se habían marchado esa mañana con Ivy en dirección a Los Ángeles, Lia y Biti seguían en el trabajo.
Él había corrido con la suerte de no tener ninguna sesión de fotos ese día. Estaba firmado con una pequeña empresa de modelaje, algo sencillo, pero remunerable económicamente.
—¿Listo para cumplir años mañana?
Arruga la frente y sonríe, luego se lleva la mano derecha hasta su cabello, peinándolo por detrás de su oreja.
—¿Cómo se supone que debes estar listo para cumplir años?
—No lo sé. —lo ve encogerse de hombros. —Creí que era una buena pregunta.
—Puede serlo. —aleja el plato de su alcance, a dejado algunas semillas de sandía sobre él. —Quizá no soy yo a quién debas preguntarle ese tipo de cosas.
—Vamos, Nick. —Patrick se levanta y camina hasta él, sentándose a su lado. —No todos los días cumples 20 años.
Su cuerpo se tensa cuando siente que lo ha abrazado sobre los hombros. No ha tenido ese tipo de cercanía con ningún alfa —Celia no contaba, claro está— así que, el calor que irradia el cuerpo de Patrick lo hace estremecerse y tiene que pasar saliva antes de hablar.
—Siento como si estuviera cumpliendo 30. —se aparta un poco. —Sin ofender.
—No soy tan viejo. —el alfa se lleva una mano al pecho. —Y tampoco luzco como un señor.
—A los 30 no eres un señor... —suelta unas risitas sin ganas. —Bueno, tal vez estás entrando en la era de uno.
Han pasado casi cada tarde juntos desde que se mudó a Malibú. Lo conoció en el hospital, después de un ataque de ansiedad, luego el día que tuvo una crisis porque su celo estaba cerca y fue en busca de supresores volvió a coincidir con él.
No lo considera su amigo y tampoco es un extraño, simplemente es alguien que está y es buena compañía.
