Prólogo

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Hace miles de años, la diosa Luna, Delaney, y el dios Sol, Arien, crearon un mundo al que 

llamaron Akkar. 

En aquel mundo, los dioses dieron vida a sus hijos: Los hijos de Arien eran llamados Solaris, y todos tenían la piel bañada por el sol. Su pelo por lo general era rubio, castaño o morocho y sus ojos iban desde los tonos miel hasta el amarillo más vibrante. Los Solaris tenían personalidad fuerte, eran ambiciosos, competitivos, leales y pasionales. Pero tenían su lado sereno, ya que también eran amables, colaborativos y emocionales. 

Los hijos de Delaney, los Lunaris, eran distintos. Su piel era blanca y reluciente, sus ojos desde grises a celestes y sus pelos eran grises, blancos o plateados. Estos destacaban por ser personas sencillas, llenas de compasión, cordialidad y gentileza. Aunque también tenían su lado fuerte, ya que eran territoriales, protectores y determinados.

Tanto los Solaris como los Lunaris, formaron dos pueblos: El pueblo del Sol, al cual llamaron Dorado. Y el pueblo de la Luna, al cual llamaron Resplandor. Ambos pueblos eran amigos y convivían en paz. Pero la amistad entre ellos se acabó cuando el rey Solari traicionó al rey Lunari, asesinando a su hijo con la excusa de que este había acabado con un habitante de Dorado. La oscuridad cayó sobre los pueblos y el tratado de paz se desvaneció en el viento. Se creó una frontera y se establecieron leyes que prohibían el contacto con alguien del pueblo enemigo.

Los dioses, al ver esto, hicieron un pacto bajo la luz del atardecer. Cada uno elegiría a un muchacho o muchacha de 17 años para representarlos y restaurar la paz. Años después, los dioses encontraron a sus elegidos y le enviaron al guardián de la frontera, un brujo y curandero experto, una profecía que prometía el fin de la enemistad entre pueblos. Así fue como los dioses depositaron su esperanza en dos chicos: Lyall y Lyra.


Elegidos por los DiosesWhere stories live. Discover now