• Treinta •

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El jet aterrizó hace unos minutos, Eliana y Kaemon son los primeros en bajar, Celeste es la siguiente junto con Bastián dejándonos a Aleksander y a mí de últimos.

Tiemblo por el clima frío de la ciudad, doy medía vuelta para ir por mi saco pero por suerte Aleksander lo trae y me ayuda a ponerlo.

—Te dije que haría mucho frío— murmuró al amarrar los lazos de la gabardina

—Lo olvidé, solo quería salir pronto, estar tanto tiempo encerrada me agobia.

—Lo sé, por suerte ya hemos llegado— murmura dejando un beso en mi frente. Sonrió tierna cuando tomó mi mano y ambos bajamos de las cortas escaleras.

Un par de autos negros blindados nos esperan y fuera de ellos hay varios hombres con trajes negros, puedo notar que en sus orejas portan un audífono especial de comunicación.

—Buen día señor y señora Aliev— Saluda Yoshi al acercarse a nosotros haciendo una reverencia con la cabeza

—Yoshi, hola— Saludé alegre

—Los autos están listos para cuando deseen marcharse— informa.

—Nos iremos ahora mismo— Yoshi asiente a las palabras de Aleksander, hace una reverencia con la cabeza, da media vuelta para dar una orden a los hombres de traje negro

—¿Por que siempre hace como una reverencia?— pregunté con curiosidad

—Por respeto.

—Pero no somos de la realeza— murmuré

—Para ellos somos sus reyes, por eso nos cuidan, deben protegernos y respetarnos

Asiento comprendiendo la situación. Aunque debo admitir que es difícil acostumbrarme a esas reverencias.

Subimos en el auto y pronto emprendimos caminó rumbo a la casa de Aleksander. Un auto tanto adelante como atrás nos sigue, según Aleksander es “por seguridad”

Las calles Alemanas son bastante concurridas, por ello nos toma más de una hora llegar a casa. Los autos se estacionan y yo estoy más que sorprendida por la enorme casa que está frente a mí.

Los colores son claros y se alzan varias torres asegurando el poder que tiene el cuello. Hay unas anchas y un poco altas escaleras que te llevan a la entrada, las puertas son enormes y dobles color blanco. Desde aquí puedo notar varios hombres con trajes negros caminar alrededor de la casa y otros más es las torres observando cada rincón.

—Papi, está es tu casa— Pregunta Bastián con notoria sorpresa

—Es nuestra casa pequeño— le asegura

Mi hijo sonríe y va corriendo hasta Celeste con mucha emoción

—Aquí viviremos hermanita— chilla mi hijo muy emocionado. Celeste le sonríe, notó un poco su incomodidad pero se limita asentir

—Tienes un palacio, cuñadito— halaga mi amiga

—No es menos de lo que me merezco— dijo con diversión y con aires de superioridad

—Egocéntrico.

Aleksander posa su mano en mi espalda baja y se acerca para decirme algo al oído

—¿Te gusta nuestra casa, mi amor?— pregunta en un susurro.

—Es preciosa— murmuré

—Me alegra mucho que así sea. Pero si hay algo que no te guste en lo más mínimo solo ordenalo. Aquí nadie puede negarte nada. Está claro.

Asentí leve. Aunque todos saben que no ordenaré nada y la casa seguirá tal y como está.

Aleksander nos pide seguir, subimos las escaleras que nos llevan hasta la puerta principal la cual fueron abiertas cuando nos acercamos.

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