Te regalo esta libertad

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Sus perdidos ojos se desviaban del profesor que impartía clases en esos momentos. Un suspiro producto de su aburrimiento fue ahogado en su garganta. No quería que ese idiota le volviera a llamar la atención, aunque siempre solía callarlo haciéndole saber que no necesitaba prestar atención para ser así de inteligente. Su mejilla descansó en el dorso de su mano, mientras su vista se desviaba ligeramente a los cabellos rojizos que brillaban con el sol. Se había preguntado cientos de veces ¿el fuego se vería tan vivo como aquellos cabellos? Lo dudaba, solo había visto tanta vida en ese pequeño enano con mirada apasionada.

Vio como prestaba completa atención en lo que decía el profesor.

¿Realmente tanto le gustaba la clase de historia? No podía siquiera imaginar algo así. Su profesor Fyodor era aburrido y aunque fuera un gran abogado fuera del colegio, aquello no hacia que dentro su clase fuera mas divertida. Lo examinó un par de veces, no tenia nada interesante que ofrecer ni como persona, ni como profesor. Demasiado pálido, sus ojos siempre tenían ojeras marcadas, enfermaba continuamente, ¿Qué tenia de interesante como para que Chuuya Nakahara lo viera de una manera tan mítica? Tal vez debería de prestar más atención a lo que había a su alrededor, por esa razón comenzó a estudiar los comportamientos del pelirrojo por sobre su profesor. Fue interesante que una vez presto realmente atención, se dio cuenta que Fyodor veía especialmente a ese estudiante tres veces mas que a cualquier otro estudiante. No solo eso, disimulaba aquellas miradas con una diminuta sonrisa que iba dedicaba al Nakahara. Lo hacia sutilmente, tan sutil que podía apostar que el trato era igual con todos, pero en absoluto era cierto aquello.

Mordió su labio instintivamente.

Se sorprendió al ver que al momento en que ambos chocaban miradas, Chuuya no disimulaba su sonrisa, apuntando lo que el hombre decía.

Vaya, quien diría que observando su entorno se encontraría algo realmente inquietante. ¿Acaso aquel idiota estaba coqueteando con su profesor? Había más, como el hecho de que él también correspondía con sutiles sonrisas que trataban de ocultarse entre la amabilidad.

Dicen que la puerta al alma son los ojos. Chuuya tenia unos ojos tan grandes, resplandecientes y humanos que dejaba al descubierto sus emociones, por esa razón, no era difícil deducir que estaba encantado con aquel azabache. Los ojos de Fyodor eran mucho más reservados, aunque parecía ser que cuando se posaban en Chuuya mostraban algo más allá de simple indiferencia. Había algo ahí, de aquello no había duda alguna y él cómo futuro detective se encargaría de descubrirlo.

Sonrió sin darse cuenta de la maliciosa que se veía.

¿Acaso era lo que sospechaba?

Las clases del primer turno terminaron y la hora del descanso comenzaba.

—¿A dónde crees que vas?—preguntó sin mucho interés uno de sus compañeros

—Solo iré a la biblioteca—respondió sonriente el oji-marron.

—¿Tú a la biblioteca?—preguntó exaltada Naomi casi sin creer lo que escuchaba—. No seas absurdo y dinos, ¿Por qué el gran Dazai Osamu perdería su valioso tiempo en la biblioteca?

—¿Eh? No soy tan brillante, Naomi—intentó mantenerse humilde el castaño—, a veces los dioses como yo necesitan estudiar un poco más allá de lo que creemos saber.

Su mirada se oscureció al ver que ahí iba la razón por la cual quería ir a la biblioteca. Sabía que esa era su rutina, después de todo en ese tercer año siempre hacia lo mismo. Comenzaba el descanso para irse a estudiar hasta que terminara este. A decir verdad, siempre lo molesto diciendo que ni, aunque estudiara las veinticuatro horas del día, seria tan brillante como él.

Indigno de ti -SoukokuWhere stories live. Discover now