Capitulo 2: Vacio

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Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años.

Había pasado un largo tiempo desde lo sucedido en la mansión Nakahara y como había previsto, después de aquello Mori le dejaría los cargos más importantes a tratar en Tokio, ciudad donde estudiaría la universidad.

Pensó varías veces no estudiar; no lo necesitaba, era brillante y su peso estaba evaluado en diamantes así que ¿para qué estudiar? Nunca fue fanático de seguir el sistema, de hecho, el mismo sistema le deprimía y lo asqueaba. Ver los miles de vidas que no comprendía, ver la autocompasión, lo mísera y la falsa condolencia para seguir adelante desaprovechando la mísera vida que uno es obligado a vivir.

Si, estaba muy cansado de seguir siendo parte de eso.

Sobrevivió por instinto, porque todavía no podía darse el lujo de dejarlo desprotegido, porque en todo ese tiempo lo único que lo motivaba lo suficiente para no terminar con su sufrimiento era él.

Hizo varios amigos, amigos que podrían considerarse sinceros.

Ango y Odasaku.

El segunda era posiblemente su persona favorita en el mundo ya que rompía con el estigma de todo lo que él creía absurdo. Odasaku era genuino a su manera, amaba vivir fielmente a sus ideales sin desaprovechar jamás lo poco o mucho que la vida le daba. Odasaku poseía una voluntad que vio solo en él, por esa razón decidió conocerlo a profundidades para encontrarse con una persona similar, pero con diferentes temperamentos.

Algo que había cautivado a Osamu Dazai de Chuuya Nakahara era esa pasión hacía lo que hacía. Realmente Chuuya amaba vivir, amaba rebosar pasión por cada cosa que hiciera. Su sola presencia se sentía tan humana que él envidiaba un poco eso. Sus letras, sus movimientos: todo era una obra de arte que no cualquier mortal tendría derecho a presenciar.

Él por su lado seguía siendo el mismo cuerpo vacio.

Se embriagaba por placer, tenía sexo por placer, comía por placer...pero nada de eso saciaba esa necesidad de ser parte de algo. Ni el poder, ni el dinero, ni todo el sexo del mundo. No había nada capaz de llenar el inmenso vacío de su ser.

Ahí se encontraba él, con solo veinticuatro años de edad; graduado a temprana edad, dirigiendo a más de 150 hombres en Tokio y otros 500 hombres en Japón únicamente desde su celular con un trabajo en casa que podría pasar desapercibido por organizaciones mundiales mientras que se encargaba de los movimientos para la distribución de drogas y armas en todo el mundo. Él que era la cara principal en todo el mundo frente al vaticano y la casa blanca, porque si, todas esas organizaciones eran también consumistas del bajo mundo que no podían dejar ver su oscura y despreciable cara. Para eso existía la Port Mafia después de todo, para ser el lado oscuro de dichas organizaciones que llenaban de "paz", "amor", "democracia" y "generosidad", pero ¿qué más le daba a él si unos ancianos se ponían hasta atrás por la cocaína que ellos les mandaba? Alguien tenía que hacer el trabajo sucio.

Tomó un poco de su café para escuchar la campanilla del establecimiento sonar. Alzó su mirada encontrándose con un pelirrojo de ojos azules con descuidada barba.

El hombre al verlo se dirigió hacia él.

—Lo siento, no encontraba estacionamiento—se disculpó el hombre de manera serena.

—Descuida, he aprovechado en pedirle el número a la guapa camarera en lo que tú no estabas—guiñó el castaño con perspicacia para regresar su vista a dicha camarera que tenía sus mejillas teñidas de rojo—. Ha sido prudente tu ausencia.

El pelirrojo suspiró de manera cansada.

—No lo hagas, Osamu, me gusta este café—pidió amablemente el hombre—. Sé un caballero y sal con ella sin dejarle el corazón roto.

Indigno de ti -SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora