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Ahí se encontraban ellos, navegando juntos en el inmenso océano azul del cielo. Tumbados sobre una colcha, buscaban formas en las esponjosas nubes y reían ante cada ocurrencia: mientras uno veía claramente un objeto, el otro decía haber visto uno totalmente diferente. Desde el inicio supieron que eran polos opuestos, pero, al parecer, eso era lo que los mantenía juntos.

El pelirrojo se entretenía más jugando con las hebras rubias de su acompañante, riendo cada que intentaba entrelazar sus manos gracias a la diferencia de tamaño, que era rídicula. También, admiraba lo que para él era el rostro más hermoso que alguna vez tuvo el placer de presenciar, lo miraba y pensaba lo mismo cada vez.

Ambos estaban felices, eran como dos soles que iluminaban al mismo cielo. Cada segundo que compartían juntos eran como un jardín, donde la alegría emerge como flores coloridas que danzan ante la suave brisa. Con la compañía mutua, el tiempo parecía detenerse.

En efecto, Hyunjin y Felix estaban siendo felices.

























Lastima que solo estaba pasando dentro de su cabeza.

—¡Hyunjin! ¡Vamos, despierta!— le gritaba Felix con total desesperación.

Apenas ambos se acercarón a las mesas, Hwang trató de hacer saber que algo andaba mal: sus piernas parecían ya no poder soportar su propio peso, y el dolor de cabeza lo estaba matando.

Sin más remedió, terminó casi inconsiente en el suelo luego de unos segundos, y después, la falta de sangre lo había hecho alucinar.

El rubio parecía estar desesperado, y sus ojos se habían vuelto cristalinos; su piel estaba pálida, ya no parecía ser el mismo Yongbok confiado de hace solo unos minutos.

—¿Qui-quien eres ahora...?— ya al volver a la realidad, el pelirrojo logró hacer la pregunta.

—¿De qué hablas? ¿cómo que quién soy?— el rubio, sin saber que mucho más hacer, desabotonó la camisa gris que llevaba y la usó para hacer presión contra la herida de Hwang, quedando solo con la camisilla blanca de abajo— Soy Felix.

El mayor sonrío débilmente, aunque fue casi de manera automática y sin estar consciente de ello.

—Entonces volviste...— el pecoso seguía sin entender nada.

—Nunca me fui— luego de pensar en sus propias palabras, lo recorrió un escalofrío—. No quiero hacerlo...

Quería convencerse de que era por los nervios, pero Lee estaba comenzando a sudar frío otra vez. Su cuerpo temblaba, la euforia volvía a controlar sus músculos. Ya no podía controlarse, tenía miedo.

Do you wanna be ODDINARY? - HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora