Capítulo 2

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Wen Qing esperó unos segundos prudentes y luego entró corriendo hacia donde se encontraba el joven concubino, una vez tomó su pulso y notó la frialdad de su piel, supo que sus días en el palacio estaban contados.

El favorito del emperador estaba muerto y era culpa de ella por no haberlo podido salvar. Y si el emperador la perdonaba seguramente alguien la culparía de algo y terminaría muerta, o en el mejor de los casos exiliada. Después de todo su rol en el palacio era solo uno, cuidar de que Yu Wanyin siguiera con vida, pero ahora que eso ya no era así...

Su cerebro estaba colapsando. Rápidamente su vista fue hacia un par de joyas y sedas que valían mucho, pero rápidamente negó, no podía huir, no mientras su hermano siguiera en el palacio.

No.

No podía ser tan tonta. Si se quedaba quizás recibiría un castigo, pero si huía y la encontraban solo le esperaba la muerte.

Tampoco le podía hacer eso a la pequeña princesa.

Su mente estaba en cualquier parte cuando un sonido la hizo sobresaltarse, miró hacia afuera ¿acaso algún guardia había hablado? Era extraño, no parecía haber nadie cerca, y el par de guardias que custodiaban la entrada seguían en sus puestos. Extrañada volvió hacia la cama donde yacía el concubino y gritó.

El golpe en la puerta, seguramente de los guardias, la hizo reaccionar un poco.

—Doctora, ¿está todo bien? —preguntó uno y ella apenas murmuró un sí.

Frente a ella un par de ojos amatistas la miraban completamente asombrados y asustados, pero ella sabía que en sus ojos se veía lo mismo, por lo que hicieron un acuerdo mutuo y silenciosos de no seguir gritando. Porque ella no entendía lo que había pasado si hasta hace segundos Yu Wanyin estaba muerto, y Jiang Cheng no tenía ni idea de cómo es que había renacido en otra época, si hasta hace un momento había muerto en medio de la calle.

Al abrir los ojos se encontró con un espacio totalmente diferente al que quizás hubiera esperado ver, incluso en ninguno de sus pensamientos más locos hubiera imaginado que eso era lo que realmente pasaba después de la muerte ¿o solo él había tenido esa suerte? ¿olvidaría toda su vida en poco tiempo?

Ese pensamiento lo hizo entrar en pánico, si bien su vida no había sido maravillosa y digna de recordar por siempre, había memorias que atesoraba en su corazón y pagaría hasta lo imposible por mantenerlas.

Su hermana, sus padres, su familia adoptiva, su mejor amigo, e incluso hasta el antipático novio de su hermano adoptivo, eran personas que quería y le dolería mucho olvidarlos. Aunque... cosas como el incendio serían cosas que olvidaría sin remordimiento alguno, después de todo había estado toda una vida intentando hacerlo.

Luego de haber estado perdido en sus pensamientos un rato, miró a la chica a su lado, debía ser unos años mayor que él y sin dudas era muy bonita. Al verla, sin dudas no desentonaba en el entorno, ella vestía ropas tradicionales que reflejaban que su estatus era muy bueno, sin importar cual fuera la dinastía se notaba que la tela era de buena calidad.

Sin poder decir ni preguntar nada, la mujer se arrodilló e hizo una reverencia, luego con una expresión extraña se acercó y comenzó a tomar sus signos vitales y le dio un cuenco con un líquido que olía muy mal, pero ella insistió que lo tomara. Una vez lo tomó no pudo evitar hacer una expresión de asco mientras veía la leve sonrisa en el rostro de la mujer, por lo que finalmente se atrevió a hablar.

—Dónde... ¿Dónde estoy? —preguntó. Su voz sonaba algo ronca, pero no se oía muy diferente a como recordaba.

—En su residencia —respondió ella con un tono apagado, claramente se dio cuenta que algo andaba mal.

Segundo amanecer - XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora