Capítulo 1

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Narra Julia

Han pasado muchas cosas en los últimos meses, siento que mi vida ha dado un giro por completo, pero no en un mal sentido.

He vivido con mi tía desde que soy pequeña y la corte me alejó de mis padres, pero siempre fui muy feliz a su lado.

Soy una little. Lo soy abiertamente con ella, pues tengo la fortuna de que sea tan comprensiva, y también tengo la fortuna de que mis amigos Daniel y Miranda lo sean al igual que ella. Y "salí del clóset" (por decirlo de alguna forma) hace tiempo con Dani, pero en el caso de mi amiga Miri; hubo un par de complicaciones de por medio.

Francisco, un imbécil de la escuela, me amenazó cuando descubrió mi secreto. Dijo que de no hacer sus tareas y deberes pendientes por entregar, se lo contaría a Miranda. El miedo se apoderó de mí y tuve que aceptar su propuesta... la cual, por cierto, solo duró un día, pues a la mañana siguiente una maestra descubrió lo que sucedía. A él lo suspendieron y mi amiga se terminó enterando de que yo era una little, pero lo tomó de una manera que me hizo darme cuenta de que tengo los mejores amigos que la vida me hubiese podido dar.

Un día llegó el matrimonio de dos chicos a cenar a mi casa, invitados de mi tía pues uno de ellos es hijo de quien en ese entonces, era el novio de una amiga suya. A esos chicos alguna vez los llamé "Mateo" y "Sebastián", hoy los llamo "papi" y "daddy" respectivamente.

Mi tía, como antes mencioné, sabe que soy little, y aunque frente a ella lo más extremo que he hecho ha sido beber de un biberón, esta consiente de que tengo daddies y me permite ir a su casa cada que tengo la oportunidad de hacerlo.

Desgraciadamente, ella se mudará muy lejos dentro de una semana por cuestiones del trabajo. Al darme la noticia, me dio la oportunidad de escoger si irme con ella o mudarme con mis daddies, quienes se ofrecieron a cuidarme, pues para el día en el que sería su vuelo, yo ya tendría dieciocho años. Yo cumplí dieciocho el domingo pasado, fue un día que disfruté muchísimo y el día en el que le dije a mis daddies que quería quedarme con ellos, recibiendo una avalancha de mimos y cariños por su parte.

Al día siguiente le di la noticia a mi tía. No diré que no lloramos, o que ninguna se sintió mal, pero sé que ella estaba feliz de permitirme decidir, y sinceramente, yo también lo estaba.

Otro detalle a mencionar, y que tal vez haya estado evitando... es que... tengo un pequeñito tca. ¡Pero llevo ya tiempo sin vomitar o pesarme! Específicamente desde que mis daddies se enteraron. Me llevaron al hospital por haberme desmayado, ahí conocí a su amigo Joaquín quien es doctor evidentemente, y que tiene también un little al que no he tenido el placer de conocer. Joaquín me ayudó a decirles que estaba enferma, y desde ese entonces me he visto en la necesidad de enviarles fotos de al menos dos comidas al día, confiando en que no las haya vomitado después. Por otra parte, en su casa, los baños están prohibidos para mí, a menos que esté alguno de ellos dos presentes ya sea para bañarme o para vigilarme mientras me lavo los dientes. Pero en cuanto a usar el retrete... preferí la segunda opción de las que me dieron a escoger; usar pañales. Y es que la idea de sentarme en silencio con alguno de ellos enfrente viéndome orinar me perturba de la incomodidad.

Luego de conocer a Joaquín, conocí a Diego, otro amigo de mis daddies. A él lo conocí porque ellos insistieron en que fuera con un terapeuta, y al ser él terapeuta infantil parecía la idea perfecta, pero no pasó de la primera sesión. No porque no me haya agradado, o porque me sintiera incómoda con el que supiera que soy little de dos amigos suyos (él de hecho, tiene una little también llamada Sofía, quien de igual forma es su novia y yo ya tuve el placer de conocer), sino porque mi trastorno no es un tema que disfrute mucho tocar.

Julia Vol. 2Where stories live. Discover now