Capítulo 5

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Narra Mateo

Me disculpé con Camilo por el susto que debió haberse llevado y me hizo el favor de volver al jardín con los demás y decirles que mi niña necesitaba una siesta, así que me quedaría con ella hasta que lograse dormirse. Le mencioné las cervezas que yacían en la encimera de la cocina, y pronto se marchó.

Una vez mi niña parecía haber logrado calmarse, la ayudé a lavar sus manitas y le pregunté si quería lavarse los dientes, pero negó argumentando que eso le lastimaría su boquita, así que no le insistí. La tomé en brazos y la mecí para luego acercarme a la taza del inodoro desde un ángulo que no le permitiría verla.

Dejé de respirar unos segundos, rogando que se tratase de sangre de la carne que comió y no de una herida en su esófago.

Saqué mi teléfono del bolsillo y le tomé una foto de manera discreta, para poder consultarlo con Joaquín más adelante. Salí del baño y me aseguré de cerrar bien la puerta detrás de mí, para luego dirigirme a su habitación. Cerré la puerta al entrar y me senté de piernas cruzadas sobre la cama, sentándola a ella sobre mi regazo, aún recostada sobre mi pecho.

Mi niña se sentía genuinamente mal, se sentía culpable y eso me entristecía tanto. No paraba de disculparse, tanto por haber vomitado como por haber "arruinado la reunión".

–No, nena...– solté pasando mi mano por su espalda de arriba a abajo, pero ella no cesaba las disculpas –... bebita, tú no arruinaste nada– le hice saber justo antes de besar su frente. Finalmente dejó de pedir perdón, acurrucándose más cerca de mí y escondiendo su carita en mi cuello –Esto no es tu culpa, nadie está molesto contigo, ¿okay?

–Lo siento mucho– pronunció seguida de un sollozo –... papi, lo siento tanto.

Continuaba sollozando en voz baja, me rompía el corazón verla así, pero no sé cómo hacerla entrar en razón. Tal vez lo que necesita es un pequeño descanso.

–Sh, sh, sh...– la consolé comenzando a darle palmaditas sobre su pañal –aquí está papi, mi niña...– se removió un poco para enterrar más su carita en mi cuello –... papi te cuida, ¿okay?... papi siempre va a protegerte, bebita– solté abrazándola con un poco más de fuerza, pero sin cesar aquel movimiento que la calmaba tanto.

Pasados unos minutos, parecía comenzar a quedarse dormidita. Me dispuse a buscar su osito con la mirada, encontrándolo finalmente en el suelo, me puse de pie con ella en brazos y lo tomé para entregárselo. Reflexioné un momento sobre si dejarla tomar su siesta en su cama o llevarla conmigo de vuelta al patio con los demás, pues me preocupaba la idea de dejarla sola.

Finalmente, después de meditar mis opciones un rato, y ahora con la nena genuinamente dormida en mis brazos, salí de la habitación y me dirigí escaleras abajo con cuidado de no despertarla. Logrando mi cometido y ahora en el primer piso, me encaminé al jardín para encontrarme con el resto del grupo.

Atravesé la puerta entrando al patio, logrando ver a todos sentados alrededor de la mesa. El tornadito también estaba dormido, pero en el regazo de Joaquín, quien lo sostenía contra su pecho. Sofi estaba ahora sentada junto a Diego, y al lado de ella había un lugar libre junto a mi marido, así que me senté con calma, buscando no despertar a mi niña.

–¿Preferiste traerla?– me preguntó él sonriente.

Quiero contarle lo que ocurrió porque sé que es importante que él lo sepa también, pero ahora no es el momento. Cuando todos se vayan hablaré con él.

–Sí– solté con una sonrisa tranquila, sin cesar sus palmaditas por miedo a que despertase al detenerme.

–Amor...– me llamó el mismo, ahora en voz baja mientras los demás conversaban risueños –¿estás bien?

Julia Vol. 2Where stories live. Discover now