Lo único que nos une

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N/A: Universo alternativo en el que Tulio y Bodoque nunca se conocieron cuando niños, sino hasta muchos años después cuando Cindy, en un acto de cortesía, le presenta a Juan Carlos su nueva pareja.


No eran precisamente amigos, en realidad, ni siquiera se toleraban lo suficiente para llamarse como tal; ella no comprendía sus obsesiones y manías, por su parte, siempre la consideró como una mujer extremadamente loca. Pero ambos tenían algo en común: la habilidad para reconocer algo de otros que necesitan para salir adelante; Cindy era una mujer lista como hermosa, al grado que si no fuera por su obsesión con el compromiso y el amor genérico, hubiese considerado salir con ella una semana entera, pero estar cerca suyo provocó que otras chicas, con ideas similares, cedieran a sus encantos y dotes románticos que se extinguieron apenas la situación lo ameritaba. Ella por su lado sabía cómo aprovechar las "incidencias" miserables que conformaban su día a día. O al menos eso era lo que suponía después de que su desgracia se convirtió en una especie de fortuna ajena.

No obstante, aún con ese acuerdo silencioso de sacarse provecho mutuo, no existía un motivo real para ser descritos como cercanos, por más que la gente externa tratase de hacer una conexión, jamás existió algo que realmente los uniera.

Hasta que llegó él.

Bodoque en un principio consideró ridículo e innecesario la presentación de la nueva pareja que ahora acompañaba del brazo a la mujer, no por el hecho de que ni siquiera existía una formalidad para siquiera fingir interés sino que, apenas visualizó a la figura alta, la repulsión fue de inmediata.

Ni siquiera en gustos podían llegar a coincidir.

Tulio Triviño era inicialmente todas las cosas que odiaba en una persona, el conjunto de las virtudes que la sociedad proporciona de forma injusta; sumado a ello en que era un imbécil en toda la extensión de la palabra. Su interacción inicial no pasó los 60 minutos y Juan Carlos decidió que, si alguna otra vez tenían que convivir, se arrancaría el cabello uno por uno para tratar de no volverse loco. Cosa que no pasaría. No estaba dispuesto a enfrentarse a otra situación tan incómoda y asquerosa.

Pero la suerte nunca le ha sonreído, ni en las apuestas ni en su día a día.

No se encontraron una segunda, ni tercera, ni cuarta vez...lo hicieron un total de 10 veces antes de que finalmente comenzara a ceder ante la idea de que no era tan desagradable. Tulio realmente tenía un carisma casi asfixiante, además de ser completamente expresivo, no existía algo que no le arrancara la más mínima reacción, a su vez, aquella personalidad extrovertida lo llevaba a nunca esconderse, al contrario, Tulio no temía a ser el centro de atención, con o sin burlas, podía destacarse en una fiesta incluso si no era quien tomaba la iniciativa de animarla. Y, si no fuera suficiente la ironía de la vida, Tulio iba en contra de las cosas por las cuales lo juzgó en un inicio.

Era un ególatra natural empero reconocía las cosas buenas de los otros, sin sentirse intimidado por dicho reconocimiento, tampoco enloquecía con el poder que da el dinero, al grado que muchas veces, cuando ellos se volvieron "cercanos", no se sintió intimidado a pedir prestado. Inclusive pudo deshacerse de las descripciones fantasiosas que Cindy le hizo creer al darse cuenta que, en realidad, el hombre de cabello casi platinado no era exactamente un ser puro devoto al cariño y al amor. Poseía un humor terrible, torcido en su mayoría, tanto que los chistes por las cuales generalmente era juzgado se compartieron con risas descaradas que obligaban a otros a voltear a verlos.

Ninguno se inmutó por eso, lo que fue casi un alivio.

Por supuesto, no se dejó impresionar, por más méritos que se acreditasen a su nombre, existen mil otras razones por las cuales desconfiar; había vivido suficientes tragedias para entender que la prevención es la mejor manera de salir ileso.

Entonces llegó el día en que esa misma prevención fue puesta a prueba.

Había comenzado con un mensaje de texto, donde las conversaciones sin profundidad ganaron terreno hasta convertirse en una estructura tan compleja que, en algún punto, acabó compartiendo parte de su proyecto, como si el individuo al otro lado del celular realmente entendiera las implicaciones del estudio pese a no ejercer más el papel de estudiante.

«Puedo llevarte hasta ahí» era el ofrecimiento inicial, que se convirtió casi en una insistencia cuando trató de oponerse en los siguientes mensajes.

Al final del día, la aceptación se hizo inevitable cuando la distancia, el dinero y los recursos propios se debatieron internamente.

«No llegues tarde, papanatas, esto es importante» exigió, siendo entre los dos quienes más retrasaba sus encuentros conforme más cercanos se volvieron. Ya sea por su propia tendencia alejar a las personas o por la poca sutileza de su contraria quien, al ser espectadora de la evolución que poseían, mencionó, entre advertencia y una burla, que parecían volverse casi la sombra del otro.

Lo que lo llevó a un conflicto que se negó a compartir incluso a su consciente.

Más lo inevitable los abordó entre los árboles, sentenciándoles a desviarse del camino, provocando la sensación de estar caminando en círculos que se volvían cada vez más extensos. Finalmente decidieron rendirse cuando las piernas de ambos se rehusaron a siquiera dar otra vuelta en busca del tan ansiado tesoro.

Estar perdidos en la naturaleza era terrible, en especial cuando la única compañía que hay a su alrededor no parece estar encantado con la idea de ensuciar su ropa con la sucia tierra.

Bodoque no puede evitar burlarse con descaro. ―Eres patético. No puedo creer que nos hayas perdido, serías el peor scout Apumanque de la historia, habría una leyenda con tú nombre ―expulsa con un ligero toque de veneno, deteniéndose cuando lo ve mirarlo con cierta vergüenza.

―Lo fui.

Parpadea, observando como lleva su mano a su nuca, sobándola con tal dedicación que el mismo puede sentir el ardor de su piel.

O podría ser el sol que se filtra entre los árboles.

―...Yo soy el niño que se perdió a 10 minutos del campamento, no era exactamente el mejor scout de todos. No soy exactamente alguien de naturaleza ―no hay palabras para darle un pésame, ni siquiera cree estar escuchando una falla con tanta claridad. ―La única insignia que me gané fue el de la honestidad. ¡Y ni siquiera la quería! Me la dieron después de intentar mentir sobre quien quemó por accidente la comida de mi compañero de actividad, pero solo acabé confesándome. Así que se lamentaban de no tener a su scout estrella con ellos para salvarlos.

Un puchero se remarca con tanta fuerza que Bodoque siente que está viendo a un niño hacer rabieta.

El silencio entre ellos solo permite que la naturaleza se burle del gran simio que tiene enfrente.

―Tranquilo, Tulio. Para tú suerte, fui el mejor de mi tropa, nos sacaré de aquí y me deberás un gran favor.

A las dos horas fue Cindy quien realmente los rescató, apenas centrándose en su persona cuando se dirigió a su pareja, quien a pesar de recibir distintos tipos de reclamos no pareciera estar afectado por ellos, como si no la estuviera escuchando en realidad pese a la gran concentración que parecía estar dedicándole.

Dispuesto a alejarse del ambiente amoroso, recoge su mochila para comenzar su caminata en el sentido contrario, siendo detenido por una voz que sorprende a más de uno de los involucrados.

―¡Bodoque! ¿A dónde crees que vas? Te dije que te llevaría a casa si sobrevivíamos a esto.

La mirada de Cindy eran como como dos dagas filosas tentadas a perforarlo si daba un paso en falso.

―Hubieras iniciado con eso, amigo.

Por suerte, ellos apenas tienen algo en común para que siquiera le importe esa advertencia.

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