Destinado

62 8 8
                                    

N/A: Para un poco de contexto...Bodoque no cree ser la persona destinada de Tulio, ni viceversa, ya que significa que todo lo que han construido cambiará. Lo que lo hace estar indefenso; por ende, exige que le muestren lo que quiere, pero obtiene lo que necesita.


La bilis corroe el esófago, perforando la piel en busca de una salida desesperada, pero mantiene la boca cerrada, con los dientes rechinando entre sí.

No puede ahogarse ahora, no puede celebrar la victoria de una muerte patética y trágica. No mientras él esté ahí, mientras sus ojos sean unas borrosas manchas amarillas que le recuerdan las margaritas que desearía, desesperadamente, oler ahora. Pero no le puede pedir que le devuelva la flor de su condena, tampoco puede pedirle ayuda; la verborrea amenaza salir junto con sus órganos; hablarle significa exponer lo más miserable de sí, hablarle significaría quedarse vacío.

Hablar significa firmar su muerte, lo que nuevamente, no puede pasar.

No puede ensuciarlo.

Inhala con violencia, a una rapidez que marea cada uno de sus sentidos, hasta que es inevitable y se inclina, regurgitando una baba oscura, ácida y desagradable que poco a poco va adquiriendo diferentes formas: odio, miedo, amor, obsesión, tristeza, anhelo. Ningún sentimiento que, a ese punto está siendo vomitado, parece ser agradable.

Nada lo es.

Su persona no lo es.

Jadea cuando todo culmina, reposando la mirada en la masa sin forma que se va extendiendo a lo largo del suelo.

Cierra los ojos, luchando por volver a recuperar su vida. Luchando por no pedirle que le diga cualquier cosa que sabe que lo calmaría por más que implore en el interior que lo sostenga tan solo un momento; para cuando vuelve abrirlos, ofuscado por las repentinas luces brillantes, sigue encontrándose con ese dorado en el que cualquiera podría perderse. Pero no lo miran, no lo observa como lo ha hecho durante toda una vida; es un oro falso. Él es falso.

Las lágrimas se sienten como cuchillas diminutas apuñalando las esquinas de sus ojos; más no llora, no reacciona. Solo se levanta, recuperándose, o fingiendo que eso hace. Lo ha hecho siempre.

Pero cuando da un solo paso, todo en sí se derrumba.

¿Quién era él?, ¿por qué tenía sus ojos, pero no su mirada?, ¿por qué se ve como una pintura en el que retrataron a la persona equivocada?

El asco vuelve, lo encierra y le roba todo el aire.

Ya no está respirando.

Afortunadamente, su cabeza es extraída, con poco cuidado, del precioso pozo de mármol en el que se estaba hundiendo poco a poco, lo que lo lleva a toser, a rabiar, a destruirse las manos al aferrarse a los laterales de su captor, quién no se opone, quién no resiste, pero se mantiene firme; entonces es cuando por fin puede recuperar su visión, reencontrándose con la margarita que llora, desconsoladamente, mientras lo ve.

¿Cuánto tiempo estuvo ahí?

No logra escuchar nada de lo que dice con desesperación, tan absorto en por fin reconocer la persona quien está frente suyo.

Aún siente el sabor de su acción anterior, aún siente todos los sentimientos acumulados, aún siente el rechazo, la indiferencia; puede sentir la delgada línea que los une, lo fácil que puede tensarse, lo terrible que es si se rompe.

Inhala, exhala. Y cuando está cansado de estar vivo, lo obliga a besarlo.

No preguntan motivos, ni razones, tan solo corresponden, tan solo lo aman. Tan solo aceptan que están destinados.

Cosa que aún sigue sin aceptar, cosa que tal vez, seguramente, aún trate de cuestionarse.

Tiene muchas preguntas que hacerle a ese charlatán que le prometió mostrarle lo que necesitaba.

Historias TudoqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora