Relatos del Búho Rojo

El extraño Rey del pelo largo

Escucha esta fábula sobre el juicio apresurado y la importancia de no desestimar a los demás por meras apariencias.

La historia transcurre en el Reino de los Quifos, una raza de pequeña estatura, de orejas puntiagudas, caracterizada por su desconfianza hacia aquellos que superan su altura.
La amenaza de la pobreza y el riesgo de ser subyugados por los habitantes del reino de Serquas pesaban sobre ellos. Fue en este contexto que el imperio, bajo el mando del emperador Tobehum, tomó una medida de despachar un "Alma de Diamante", un niño humano dotado de un poder extraordinario, para enfrentar la sombría amenaza que acechaba desde el reino de Serquas.

El clan Meileros, especializado en mensajería y distribución, recibió la encomienda de llevar a estos niños a varios reinos, especialmente a aquellos marcados por la desconfianza y la enemistad. Un miembro humano de este clan llegó a la sala del trono del diminuto Reino Quifo para realizar la entrega, encontrándose con un espacio tan reducido que su cabeza casi rozaba el techo.

El hombre del clan Meileros, con respeto, intentó presentar su mensaje al rey Trotón del Reino Quifo:

– Honorable rey Trotón, vengo del imperio Heyers, gobernado por el Emperador Tobehum para – antes de que pudiera continuar, fue interrumpido por el rey.

– No nos interesa nada de los humanos, estamos bien como estamos – afirmó el rey con desdén.

– El emperador lo sabe; sin embargo, esto es un arma contra amenazas futuras – insistió el mensajero, pero el rey, desinteresado, hizo una seña a un súbdito. Este tomó el paquete y, al observar su contenido, encontró a un bebé durmiendo. Se acercó al rey para mostrárselo, pero este, sin interés alguno, expulsó al mensajero del salón.

– Humano, si esto nos causa problemas, los vamos a acusar con el clan de los protectores de los reinos, Federación de los mashujos – amenazó el rey Trotón. El humano se retiró del reino con dudas sobre el destino del bebé.

Con el tiempo, el bebé creció, devorando todo a su alcance y convirtiéndose en un niño regordete. El rey, molesto por su apetito voraz, decidió enviarlo con un guardia para que fuera cuidado por una señora que vivía en el bosque. La mujer aceptó la responsabilidad de brindarle compañía y ayudarle con sus deberes. Sin embargo, cuando el niño cumplió ocho años, la señora falleció. Ninguno de los habitantes del reino quiso hacerse cargo de él, y así comenzó a vivir por sus propios medios en el bosque.

El mensajero, quien había entregado al niño en el Reino de los Quifos, sintió la curiosidad crecer en su interior con el paso de los años. Anhelaba descubrir qué hacía especial a esas Almas de Diamante. Montado en su caballo con su bolso al hombro, se encaminó hacia el Reino Quifo, que continuaba sumido en problemas o incluso empeorado. Al comenzar sus preguntas, sin embargo, ninguno de los quifos mostró disposición para responder. Llegó hasta las puertas del castillo, donde los guardias desconocían la existencia del niño humano. Fue gracias a la criada que lo cuidó antes de ser llevado a la señora que obtuvo explicaciones y direcciones para encontrar la casa de la señora del bosque.

El mensajero, con una mezcla de inquietud y pesar, se dirigió hacia la finca donde residía la señora que cuidaba al niño. Al llegar, se encontró con un paisaje desolador; las llamas habían consumido todo, dejando solo cenizas a su paso. Desmontó del caballo y, entre los escombros, buscó desesperadamente algún rastro que indicara el destino de la señora o del niño. A pesar de sus esfuerzos, no halló señales de cadáver alguno. Desanimado, decidió subir a un monte cercano, desde donde esperaba obtener una perspectiva que le revelara el paradero del muchacho.

Al llegar, se topó con una tumba en el camino. ¿Sería aquella morada final la del niño? Afligido por supersticiones y temores, optó por dejar las dudas sin resolver y no perturbar el descanso de los muertos. Estableció un campamento en el monte para pasar la noche, brindó alimento a su caballo y se permitió un merecido descanso.