005 | ENZO FERNÁNDEZ.

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¿Cómo llegamos aquí? Solo el deseo lo sabe
Y todo el tiempo que te tengo cerca
No quiero que se acabe

¿Cómo llegamos aquí? Solo el deseo lo sabeY todo el tiempo que te tengo cercaNo quiero que se acabe

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17 de Enero, 2025.
Londres, Inglaterra.

ENZO.

Tomé un trago fugaz de mi fernet, antes de desviar mi mirada rápidamente hacia la puerta deslizable que separaba el patio con la casa y sonreír mientras dejaba mi vaso a un costado. Ahí venía ella, con su hermosa sonrisa, su caminar hipnotizante y sus ojos verdes que solo me demostraban amor, pero aún más importante, con nuestro pequeño hijo en brazos. Otro pequeño más.

—Extrañaba a papá me parece. —Rió Agostina al ver la sonrisa inmediata en Nicolás.

—Hola, mi amor. —Sonreí, sentándome mejor en la reposera y recibiéndolo en mis brazos.

Sus ojos oscuros se achinaron al reír, acercándose a abrazarme por el cuello mientras intentaba besar mi mejilla izquierda. A tan solo sus ocho meses, era el nene más cariñoso y despierto que hayamos visto alguna vez. Tenía tanto cosas de su mamá como mías y era una sorpresa todos los días descubrirlas.

—No durmió ni dos horas, ya veo que en un rato se duerme y no duerme a la noche. —Suspiró Agos, acercándose con mi fernet en mano.

—En un rato te duermo yo. —Lo miré, dejando un beso en su cabecita.

Elevé mi mirada junto a él, viendo a su mamá tomar de mi vaso antes de centrarse en Nico y sonreírle, haciéndolo soltar un chillido y reír. Amaba ver a su mamá sonreír tanto como yo.

Dejé caer mi mano en su culo, acercándola más a mí. —¿Está fría? —Preguntó inmutada por mi acción, señalando la pileta.

—Nah. —Negué, arrugando mi nariz mientras sostenía mejor a Nico. —¿Te vas a meter? —Se encogió de hombros ante mi pregunta. —Dale, andá, yo lo cuido.

—Bueno. —Se acercó a besar mis labios y aprovechó para dejar un beso en la cabeza de nuestro hijo. —Creo que mamá lo quería venir a buscar, si llega a venir, arriba de la mesa está la pañalera y dejé varias mamaderas con leche. —Comenzó a darme instrucciones, mientras yo decidía dejar un toallón en el césped.

Dejé a Nicolás sobre el y me acosté encima para jugar un poco con mi hijo, sin querer que le llegara a pegar el sol. Escuché a Agostina reír más no tardó en entrar a la pileta, haciéndome saber con un pequeño grito lo fría que estaba, haciéndome carcajear de tan solo sentir agua caerme por su culpa al chispotear. Siempre fue igual de maricona con el agua fría.

ONE SHOTS. | SCALONETA.Where stories live. Discover now