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2 dic, 2022

—¿Te gusta?

Miré el lugar con una sonrisa, era amplio para ser un departamento pero no me importaba el tamaño realmente, había algo más que me había llamado la atención.

—Amo la iluminación.

Él asintió con la cabeza y el rostro de la vendedora se iluminó casi tanto como nuestro nuevo hogar, también me sentiría como ella si hubiera hecho una venta como esta. Lo primero que nos dijo cuando llegamos había sido que probablemente no nos gustaría y que podría mostrarnos opciones diferentes.

—Entonces nos quedamos con este.

La mujer de unos cuarenta años asintio con la cabeza y le hizo entrega de las llaves, yo lo solté y fui a recorrer el que sería nuestro nuevo hogar, era lindo. Todo el departamento estaba iluminado por la luz natural que se colaba por las ventanas.

Sentí unas manos en mi cintura y una sonrisa se dibujo en mi cara, me di media vuelta y puse mis manos sobre sus hombros. Lo ví sonreír, sus ojitos se achinaron y sentí que estaba a punto de morirme de ternura, como siempre que estaba con él.

—Bienvenida a nuestra nueva casa —me susurró apoyando su frente contra la mía—. Ya llamé para que nos traigan las cosas del otro departamento, nos mudamos hoy mismo.

Los dos nos sentamos en el piso, en medio de la habitación iluminada que nos había comprado para comprar el departamento. La luz brillando en sus ojos lo hacía más lindo todavía, él me abrazó y yo recosté mi cabeza en su pecho. Podíamos ver desde acá cómo el sol se ponía creando un hermoso atardecer con colores naranjitas y rosados. Era temprano, no pasaban de las cinco y media de la tarde pero incluso así, sin muebles, sentados en el piso viendo el atardecer se sintió perfecto.

Él puso música en su celular, era música triste. Amábamos la música triste, podría decirse que el tono melancólico de la melodía nos parecía hermosamente poético y trágico, era una trágica belleza con la que nos podíamos sentir seguros, y compartirla de esta forma volvía aún más mágico el momento.

Mi entrecejo se frunció cuando escuché el ruido del timbre, literalmente acabábamos de comprar el departamento, no lo entendía.

—Pedí comida —aclaró ante mi confusión y me dió un corto beso antes de levantarse y correr a la puerta.

Solo unos minutos después trajo unas bolsas y se sentó de vuelta, esta vez al frente mío. Sacó dos copas de una bolsa, y de otra sacó dos platos de cerámica blancos y dos pares de cubiertos.

—¿Compraste utensilios para la cocina? —Pregunté riendo mientras lo ayudaba a acomodar las cosas.

—Quería hacer más romántico el momento y no comer de los cosos estos de plástico.

Mi corazón empezó a latir con fuerza, como siempre que estábamos juntos y él hacia algo así. Me hice la indiferente, aunque por dentro estaba saltando y gritando como una nena emocionada. Vi que sacaba fideos con tuco y no pude mirarlo con adoración, había pedido mi comida favorita a pesar de que a él casi ni le gustaba.

—Ay Juli...

—Nuestra primera cena en nuestra nueva casa, provecho señorita —habló con voz de locutor haciéndome reír mientras me servía mi pato y un poco de vino en la copa.

Los dos comimos en silencio mientras escuchábamos música triste y veíamos el atardecer, la verdad era que el departamento tenía una vista hermosa. Podía verse toda la ciudad desde acá, y eso me encantaba.

—Siempre quise hacer esto —murmuré limpiándome la boca con una servilleta.

—Ya sé Vicky —Julián me sonrió y se encogió de hombros—. Aunque si hubiera tenido tiempo habría planeado algo más lindo, no sé... Con velas y muebles para variar.

Eso me hizo reír, no habría sido la mitad de especial de lo que estaba siendo si hubiera estado planeado.

—Es perfecto amor, en serio. Es...más lindo de lo que me imaginé.

—Yo haría lo que sea por verte feliz Victoria.

Sentí que mi corazón se hinchaba, Julián siempre había sido un chico romántico, era lo que más amaba de él, lo que me había enamorado hace cinco años. Y a pesar de todo ese tiempo, él seguía siendo el chico romántico que todavía quería enamorarme.

—Mañana tenemos que ir a hacer las despensas —comentó limpiándose la boca.

—Si, ya se.

Seguimos hablando tranquilos, teníamos las luces apagadas y la habitación seguía iluminada. Nuestras voces se oían leves sobre la música pero aún así se oían.

Un par de horas más tarde, quizás dos horas, el camión de la mudanza llegó y varios chicos comenzaron a entrar los muebles al departamento, Julián se había ido a ayudarlos y yo era la que les decía dónde iba cada cosa. Habremos tardado dos horas más acomodando todo, pero nuestro nuevo hogar iba tomando forma.

Mañana me dedicaría a decorar y hacer un par de compras de cosas que faltaban para la alacena y la heladera, y Julián había dicho que quería hacer una comida con nuestros amigos para estrenar la casa o algo así, me pareció una buena idea así que estuve de acuerdo con él y le dije que mañana íbamos a ver qué cocinábamos, aunque como siempre iba a terminar cocinando yo mientras Julián cebaba mates y me pasaba los utensilios.

Iba a ser fácil convertir este nuevo espacio en nuestro hogar, ya lo habíamos hecho antes. Era el segundo departamento que compartíamos, Julián quiso mudarse del anterior porque dijo que quería tener un lugar más grande, aunque en realidad estoy casi segura de que solo lo hizo porque yo quería una mascota y en casa no había lugar suficiente.

—Cómo amo estar de vacaciones —comentó tirándose al sillón, de inmediato llevé mi vista a él y a las cajas que estaban en el piso.

—Cuidado con las cajas.

—Pero si las que tenían cosas de vidrio estaban en la cocina.

Lo miré con una sonrisa y me encogi de hombros tranquila.

—Bueno, se ve que no te importa saber que las cajas de Fernet estaban por-

—¿Las cajas de Fernet estaban acá?, ¿Y por qué no me avisaste amor? —Rápido se levantó y empezó a revisar caja por caja para verificar que no haya nada roto, lo que causó mi risa.

Espinas de rosa|| Julián Álvarez Where stories live. Discover now