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25 dic, 2022
Liniers, Bs As, Argentina.

Mi mirada se perdió entre los brillantes ojitos celestes de mi sobrina, jugaba con las muñecas que le había traído papá Noel. Por otro lado, tenía junto a ella al cachorrito pomerania que yo le había regalado. Sabía que no era una edad en la cual se le debía regalar un cachorrito a una criatura, pero había hablado con mi hermana y mi cuñado antes de dárselo, me dijeron que ellos iban a hacerse cargo del perrito así que terminé accediendo.

—¿Y el tío Juli? —La escuché preguntar con esa vocecita tan inocente, de igual modo la pregunta era tan inocente que no podría enojarme con ella por despertar ese vacío que había estado ignorando los últimos días.

—El tío Juli está en Córdoba con sus papás, no los podía traer así que se quedó —intenté explicar de forma breve y concisa para que no me preguntara más.

Al parecer funcionó, porque toda la atención de Yanisse se redirigió al perro junto a ella.

Me levanté para salir del living y caminé hasta la cocina para comer un pedazo de pionono, mi mamá había cocinado tanto para el 24, que al final había quedado más de la mitad a pesar de que mis tíos y primos se habían llevado viandas también.

—¿Vos pensas quedarte todo el día en pijama? —Escuché la voz de mi mamá.

Me di media vuelta para encontrarmela parada en en marco de la puerta con una sonrisa burlona, se acercó a mí y se sentó en la silla que tenía al lado, me sacó el pedazo de pionono que estaba por meterme a la boca y empezó a comer mirándome como si estuviera analizandome.

—sabes que estaba pensando...¿Por qué te gustan tanto los culebrones?

—No sé ma, siempre me llama la atención el drama y como al final tiene final feliz y eso —respondí extrañada.

—Igual que las comedias románticas, donde los protagonistas niegan que se aman pero ese amor es tan fuerte que al final no pueden negarlo más. Los protagonistas de las comedias románticas siempre terminan vivos.

—Las comedias románticas son re clichés.

La suave risa de mi mamá fue como una caricia para mis tímpanos, sus manos tibias acariciaron las mías frías y el amor en sus ojos me tocó el corazón de forma que me hizo sentir más feliz que culpable.

—Yo me puedo hacer la tonta pero sos mi hija Victoria, sos mi bebé más chiquita y te conozco mejor de lo que jamás conocí a alguien en mi vida —sus palabras tan dulces y maternales me hicieron esbozar una sonrisa y apreté sus manos—. Estás diferente, es como si ya no fueras vos.

—Ya no sé ni quién soy, ma.

—Yo sé quién sos —me tocó la nariz con su dedo índice y sonreí—. Sos Victoria D'alessandro, esa nena chiquita de ojos bicolor que se ponía mis zapatos para desfilar cuando era chiquita. Sos esa enana que se hizo gigante y terminó cumpliendo sus sueños y los de toda su familia, no sos esta que llora porque terminó con su novio.

—No estoy llorando.

—¿Qué es el amor para vos, hija?

¿El amor? Amor era la forma en la que él me miraba, era la forma en la que podía sonreír con una canción triste cuando la escuchábamos juntos porque cada vez que se me caía una lágrima él la limpiaba.

Amor era el color naranja con rosita que nos deleitaba en cada atardecer que nos encerrabámos en la terraza y llevábamos una mantita para merendar viendo el atardecer. Amor era ese color dorado que tenía en la cadenita que yo le había regalado el primer mes de novios y nunca se la había sacado en cinco años y que cada vez que alguien le preguntaba el significado, decía que significaba el amor de su vida.

Amor era lo que se apagó cuando me senté en esa habitación tan iluminada que nos había capturado con su belleza y la sentí tan oscura que quise escapar, amor ahora ese gris melancólico que unía todo a la tristeza, amor era ese color rojo que dibujaba los corazones y que ahora se desbordaba de sangre.

Amor ahora era lo que perdí.

—Qué se yo, cuando querés a alguien.

—A mamá con mentiras no —murmuró como si me estuviera retando—, ¿Qué pasó con Julián, Victoria? Te habías ido a Londres para vivir con él, nunca había visto a una pareja tan enamorada y ahora de repente...

—Londres ahora está muy lejos —murmuré—. A veces las cosas no funcionan.

—¿Se dejaron de querer?

Yo no lo dejé de querer...

—Nos dejamos de entender.

—Ese no es motivo para dejar de seguir, mala comunicación no significa desamor.

—A veces las cosas no funcionan masby ya está.

—Yo no me compro ese verso pero si no querés hablar del tema yo lo respeto. Sos mi bebé y simplemente me destruye verte tan mal.

—Si Fran y Kika te escuchan...

—Ya sé, ya sé.

Todos saben cuánto odio que esperen de mi todas las respuestas a mi propios sentimientos, que todos quieran verme quebrar o caer. Pero aún así, acá estábamos de nuevo, teniendo una conversación que no nos iba a llevar a ningún lado porque yo no le diría lo que ella quería escuchar, y ella no pararía de preguntar hasta obtener una respuesta medianamente concreta.

—Me parece que yo me voy a ir yendo a dormir —murmuré en un intento de escapar hacia mi habitación y omitir la conversación incómoda.

—Te das cuenta de que no somos tus enemigos, ¿No? Lo único que queremos es que estés bien.

—Sí ma, ya sé.

—¿Y entonces?

—¿Entonces qué?

Tal vez era demasiado obvio el cómo me sentía, quizá por eso todos los miembros de mi familia se habían mantenido lo suficientemente ocupados; para no tener que lidiar conmigo. Tal vez, y solo tal vez, ellos podían ver a través de mi.

—Dejate querer Victoria, si no dejas que tu familia te quiera, ¿Entonces a quién vas a dejar acercarse?

No respondí a su pregunta y al parecer, ella no necesitaba una respuesta.

Es esa cosa que tienen las mamás, ellas siempre saben cuando algo anda mal, debe ser un sexto sentido que se desarrolla durante el embarazo o algo. O simplemente me conoce lo suficiente como para saber reconocer cuándo estoy mal, incluso cuando ni yo misma quiero reconocerlo.

Sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo, su calidez maternal me invadió por completo en el momento en que sus manos frotaron mi espalda como cuando una madre mece a su bebé recién nacido para calmarlo.

—¿Qué te pasa, Vicky?

—El amor de mi vida ya no me ama.

Espinas de rosa|| Julián Álvarez Where stories live. Discover now