𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝙸𝙸 ~ 𝙽𝚞𝚎𝚟𝚘𝚜 𝚕𝚊𝚣𝚘𝚜

219 26 2
                                    

Después de haber tenido ese horrible recuerdo, volví a escuchar la voz de un hombre. —¡Oye! —exclamó, dirigiéndose a mí.

Sin mucha reflexión, volteé hacia donde provenía la voz. Noté a un hombre obeso, con una cara amistosa y un tanto aterradora.

Le apuntaba con mi arco, desconfiada. —¿Qué quieres? —pregunté con firmeza.

El hombre se sobresaltó ante mi reacción, pero aún así respondió —Tranquila, solo quiero ayudarte —dijo, mientras dejaba su escopeta en el suelo, mostrándose desarmado ante mí.

Seguí apuntándole con el arco, recordando mi cuestionable puntería, pero sin mostrar debilidad.

—Me llamo Otis, solo baja el arco —sugirió, con las manos en alto como señal de paz.

Bajé lentamente el arco, manteniendo la guardia. —¿Cómo pretendes ayudarme?
—pregunté desafiante.

—Vivo con unas personas en una granja; podríamos darte comida y un lugar para dormir. No es seguro para una niña estar sola en el bosque —explicó Otis, bajando las manos lentamente.

—¿Cómo puedo estar segura de que no me harás daño, Otis? —pregunté, haciendo comillas en el aire con su nombre.

Otis reflexionó y luego dijo: —No puedo asegurártelo, pero puedes confiar en mí. Toma, aquí tienes mi escopeta —La empujó hacia mí con el pie.

Tomé la escopeta, aunque desconocía cómo usarla. —Ven, la granja no está lejos —aseguró Otis, comenzando a caminar delante de mí.

Tras unos 10 minutos de caminata, divisé una granja. —Ahí está —dijo Otis, señalando.

Me preguntaba cómo podía arriesgarse a llevarme a su hogar, exponiendo a su gente. Pero yo era solo una niña, incapaz de hacerles daño. Al llegar, una mujer mayor salió y abrazó a Otis.

—¿Por qué tardaste tanto? Estaba preocupada —dijo, sin percatarse de mi presencia hasta que Otis me señaló.

La mujer me sonrió cálidamente. —¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó, poniendo su mano en mi hombro.

—Effy —respondí.

Pronto conocí a más personas, incluido un anciano de cabello blanco y rostro cansado.

—¿Quién te trajo aquí, niña? —preguntó aquel anciano.

—Otis —respondí.— Tengo doce años y estoy sola —agregué ante sus siguientes preguntas.

Me examinó detenidamente, observando mi ropa sucia y desgastada. Finalmente, dijo: —Bien, puedes quedarte, pero mantente alejada del granero.

Con el miedo de perder un lugar en el cual vivir, acepté la condición impuesta, prometiendo nunca acercarme al granero. Pasaron unos minutos en los que recorrí la casa, absorbiendo cada detalle de esta; la madera vieja crujía bajo mis pasos, y el aire llevaba un leve aroma a hierbas secas.

Estaba a punto de dirigirme a la cocina cuando me crucé con una chica en el camino. Era solo un poco mayor que yo, quizás tenía 15, tal vez 16 años. No creía que tuviera más de 18, y si así era, no los aparentaba para nada. Tenía un cabello casi lacio, con algunos mechones húmedos que caían descuidadamente sobre su rostro, dándole un aspecto un tanto desordenado. Sus ojos eran de un azul intenso, que contrastaban con su apariencia general. Se detuvo un momento para mirarme, como evaluando si debía hablarme o no.

Llevaba ropa que parecía haber sido usada para trabajar en la granja, manchada con un poco de tierra aquí y allá.

—Hola —dijo ella de forma amigable, con una sonrisa iluminando su rostro.— ¿Ya comiste algo? —preguntó la chica, su expresión reflejaba genuina duda.

𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐈𝐧 𝐓𝐡𝐞 𝐖𝐨𝐫𝐥𝐝 𝐎𝐟  𝐓𝐡𝐞 𝐃𝐞𝐚𝐝 | 𝐂𝐚𝐫𝐥 𝐆𝐫𝐢𝐦𝐞𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora