CAPÍTULO 3

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[...] En mi pared tachando los días para verte
Esperando que sea mi día de suerte
Entiendo que estamos en sintonías diferentes
Y que para ti el amor no sea permanente [...]

Wang Yibo debía admitirlo sin vergüenza alguna, muchas veces —demasiadas para su gusto—, había despertado duro.

Su gran hombría de alfa amanecía firme y ajustando su ropa interior.

Dioses.

Esta situación era extremadamente normal para un alfa de su edad.

Lo que no eran normales eran los sueños que tenía...

Sus manos desprendían telas claras de un estilizado cuerpo, luego recorrían una gran extensión de piel canela, suave y hermosa. Ambas extremidades se movían con una mezcla de admiración, deseo y fascinación. Esas mismas codiciosas manos descendían hasta la estrecha cintura de su acompañante, encajaban a la perfección en esa curva a pesar de que se vieran obscenamente grandes a su alrededor.

A Wang Yibo le gustaba todo lo que sus ojos captaban a su paso, desde las delicadas telas que ansiaba desprender de ese cuerpo hasta la larga cabellera oscura del hombre dominado por él.

No había nada de malo con apreciar la figura masculina a su merced. Joder. Pero en el sueño, en ese momento onírico, la sensación de estar haciendo algo prohibido, parecía gravitar a su alrededor. Indebido y excitante.

Cuando ese cuerpo bien formado, con músculos magros marcados y sin exagerar, era libre de ataduras, unas largas piernas se envolvían alrededor de su propia cintura, ambos cuerpos encajaban a la perfección, tal y como lo era cada parte de aquel hombre.

El alfa a este punto solo quería tocar, apretar, marcar y besar cada centímetro existente. Deleitándose ante ese banquete celestial.

Aunque la atención de Wang Yibo estaba centrada ciento por ciento en su acompañante, el escenario a su alrededor también lograba capturarlo.

Algunas veces parecía ser una simple cabaña situada en algún lugar remoto sobre las montañas, en otra ocasión, estaban junto a un lago o sumergidos en un estanque con cientos de flores de loto, el ruido de una fuerte cascada como una melodía lejana, altos y mullidos árboles adornando la escena.

Lugares que jamás había visitado o que parecían no existir en la Tierra.

Volviendo al principio, lo que mortificaba más a Wang Yibo, era que, el rostro de ese hombre misterioso y angelical; como un dios, una deidad, poseía labios suaves y gloriosos, facciones finas y bien marcadas, nariz perfilada, cejas pronunciadas y unos ojos... dioses, esos ojos seguían siendo su perdición.

Ese rostro, ese mismo rostro revelado era...

Era el rostro de Xiao Zhan.

El alfa acarició de forma perezosa su erección, no iba a masturbarse con el recuerdo latente de que el hombre de su sueño era un omega muy real y no producto de su imaginación.

Tragó grueso. Eso estaría mal. Muy mal para su gusto.

En contra del mejor juicio mañanero que su mente adormecida podía brindarle, su mano derecha se cerró deliciosamente sobre su eje, presionando la punta humedecida, santo cielo, la sensación contra su virilidad hipersensible envió una exquisita oleada de placer a cada rincón de su cuerpo.

PRISIONERO [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora