CAPÍTULO FINAL

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[...]Caer en el Reino Mortal con sentimientos heridos es más fácil que reparar un corazón roto [...]


Tiempo atrás, en el Reino Celestial.

—¿Qué es esto? —Xiao Zhan observó el brillante objeto que Wang Yibo le acababa de obsequiar.

Era una pieza de jade, su extensión no pasaba los treinta centímetros, el material blanco brillaba entre sus manos, un patrón de nubes adornaba la parte superior.

—Una orquilla, permíteme —el de larga cabellera castaña se posicionó por detrás de él y recogió una fracción de su extenso pelo de color azabache brillante con este, luego besó su hombro desnudo que quedó deliciosamente descubierto.

Habían acabado de hacer el amor y pasar la noche juntos, pero para Wang Yibo aún era imposible apartar sus manos del cuerpo de su amante.

—¿Solo eso? —Xiao Zhan arqueó su cuello mientras sentía como los labios del menor dibujaban un camino de besos húmedo hasta el centro de su espalda.

No parecía ser una simple hebilla.

—¿Es una queja? —susurró el futuro Emperador Celestial antes de morder y succionar el lóbulo de la oreja izquierda del pelinegro.

—No —jadeó Xiao Zhan. Su cuerpo se sentía aún sensible, débil ante los suaves toques de Wang Yibo luego de su reciente orgasmo.

—Prométeme que siempre la llevarás contigo —el menor le suplicó luego de girarlo para que sus miradas se encontraran—, júralo —le exigió con una mirada que parecía de muerte.

—Este servidor, se lo promete, Emperador —Xiao Zhan había respondido con un tono burlón al mismo tiempo que separó sus piernas para que el cuerpo sobre él descansara entre ellas, finalmente las envolvió alrededor de la angosta cintura de Wang Yibo.

—Desvergonzado —gruñó el castaño antes de hundirse una vez más en ese hombre que era su perdición.

Xiao Zhan no se imaginaría jamás que la pieza que se balanceaba entre su cabello no era un simple adorno

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Xiao Zhan no se imaginaría jamás que la pieza que se balanceaba entre su cabello no era un simple adorno.

El camino de regreso resultó ser extenso, tan extenso que parecía no tener fin. De igual manera, Xiao Zhan no se cansó de correr y correr.

Corrió todo el camino hasta llegar al único lugar que parecía seguro. Como si un espectro demoníaco lo persiguiera para devorarlo y comer su piel, su carne, sin dejar ni siquiera rastro de sus huesos.

Era el sentimiento de culpa.

Siguió corriendo, olvidándose que podía volar, convertirse en una ligera brisa o en un blanca nube, había olvidado que era un inmortal, un semidiós, tan fuerte eran sus poderes que incluso los demonios que había imaginado jamás  podrían hacerle daño...

Al ser tan temprano por la mañana, la mayoría de los mortales dormían y se perdieron el gran espectáculo de su vida: un inmortal cargando sobre sus hombros al Emperador herido y a su hijo, ambos iban a cuestas de sus hombros.

PRISIONERO [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora