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Aquél era un día más, otro común y corriente aunque Paul no se quejaba de aquello.
Le gustaba la rutina, o por lo menos eso se había repetido una y otra vez hasta creerlo.

Estaba tumbado en su cama, como todas las tardes desde que acababa de comer hasta las 17:00, intentando descansar. Dormir la siesta era una de las cosas que más le gustaba de su rutina porque al moreno le encantaba dormir, tenía mucha facilidad para hacerlo, o bueno, eso pensaba porque llevaba media hora de reloj dando vueltas en la cama sin poder descansar.

El chico se quedó mirando al techo por un par de minutos, suspiró y resignado se levantó de la cama, destapándose de  las mantas para ponerse en pie.
Por eso odiaba alterar la rutina, porque los cambios afectaban al orden de las cosas y aquello le ponía nervioso.
¿Y qué era eso que ponía tan nervioso a Paul?
Pues era muy sencillo, había decidido apuntarse a una especie de compañía de canto.
Él desde muy pequeño siempre había adorado cantar, le encantaba escuchar música y vivir la letra mientras dejaba que su cuerpo se moviera al ritmo de la melodía y sobre todo le encantaba componer con su pequeño teclado. Aunque él no lo llamaba componer, había aprendido lo que sabía de piano por su cuenta, igual que con el canto y al ver en el tablón de la universidad un anuncio de las clases, impulsivamente decidió que sería buena idea apuntarse.

No es que se arrepintiera, tenía muchas ganas de ir y ver cómo iba a ser todo aquello pero estaba al mismo tiempo nervioso, mucho y esos nervios  eran los  causantes de que no pudiera dormir la siesta tranquilo.

Restregó sus dedos por los ojos, desperezándose y ando hasta la pequeña salita donde tenía el teclado.
Era su sala favorita de toda la casa, el teclado era el protagonista, colocado en el centro, viéndose nada más entrar. Delante estaba la banqueta en la que se sentaba y a la derecha de este había una mesa con libretas, todas ellas llenas de partituras, sin contar las que había por el suelo y las arrugadas en la papelera y alrededor de esta. Alguna de las melodías escritas eran creadas por él, otras eran simplemente canciones que le gustaban y traspasaba para aprenderse.

Se sentó y nada más encender el instrumento y escuchar el sonido de una de las teclas una sonrisa se dibujo en su rostro.

Pasó allí todo el tiempo hasta que la alarma que indicaba que debía ir a las clases de canto comenzó a sonar.
Apagó rápidamente el pequeño piano y salió dando zancadas hasta la entrada, porque otra cosa que odiaba Paul Thin era llegar tarde.
Tomó la cartera, llaves y, obviamente el teléfono, los guardó en los bolsillos de su chaqueta y salió de la casa cerrando está.
Caminó lentamente por la calle, mirando los letreros de las tiendas en silencio y a veces a la gente que pasaba mientras la música de cascos inundaba sus oídos.

No tardó casi nada en llegar, la verdad era que el sitio estaba bastante cerca de su casa, a unos diez minutos más o menos. Eso le alegraba y lo relajaba, podía perfectamente ir andando, aunque le gustaba ir en el bus o el tren, claramente si llevaba sus cascos, los cuales nunca faltaban en su cuello.

Paró la música, desconectó el bluetooth, cerró el reproductor y se quitó los cascos, dejando estos en su cuello para pasar a abrir la puerta.

El lugar no era nada del otro mundo. El suelo era de parquet claro, había una pared llena de espejos y varios instrumentos colocados por toda la sala pero el que más llamó la atención del moreno fue el hermoso piano que había en la esquina de la derecha. Acababa de entrar y ya quería tocar mil canciones en él.

La sala no estaba vacía, había más gente allí, de distintas edades y estilos.
Pasó la mirada de forma discreta por cada uno de ellos.
Había una chica pelirroja, un poco bajita. Cerca de ella había un chico más alto que hablaba con otro, le hizo gracia por el característico bigote de este.
Entonces su mirada se poso en un chico de rizos castaños.  Era alto y delgado, aunque tampoco mucho. Tampoco supo mucho más ya que este estaba de espaldas.

Después de unos instantes la profesora entró en la sala. Saludó a todo el grupo con una sonrisa y comenzó a explicar como funcionaría todo.

— Como veis somos muchos. Hoy os he reunido aquí para explicaros todo a todos a la vez — Paul miraba a la mujer completamente atento, le salía natural, sobre todo porque estaba relacionado con la música. — Las clases se dividirán de esta manera. Todos tendréis clases individuales pero, eso no quiere decir que no vayamos a tener clases todos juntos. Una vez a la semana ensayaremos una canción grupal y también puede que os asigne parejas o tríos de vez en cuando para que practiquéis distintas canciones. — Paul asintió como si la profesora solo le hablara a él, completamente metido en todo lo que ella iba diciendo. — Mi objetivo es que exploréis todos los géneros musicales y registros posibles con todos o la gran mayoría de vuestros compañeros. Para eso haremos "galas" . — Aquello captó por completo la curiosidad del moreno, ¿Cómo que galas? — Para que todos os esforcéis y deis lo mejor de vosotros. He organizado una especie de gala o concierto para el final de cada trimestre. Cantaréis una canción grupal, varios dúos y tríos y luego solos. — La sala se llenó de susurros, todos estaban emocionados por lo que acababa de decir la mujer. — Y después de todo esto voy a asignaros a una pareja, tendréis que hacer un par de ejercicios de conversación y luego os daré una canción al azar que tendréis que cantar juntos. Os dejaré tiempo para que practiquéis un poco. — La profesora se calló y el mismo murmullo de antes volvió a formarse. Paul en cambio estaba callado, esperando a que la mujer volviera a hablar y anunciará ya las parejas. Tenía muchas ganas de cantar aunque lo de los "ejercicios de conversación" no le llamaban mucho la atención.

Tras unos instantes, la profesora aclaró su garganta y comenzó a formar las parejas al azar.

— Tú — Dijo señalando a la chica pelirroja.
Paul la miro y esta miró a la profesora. — Vas con el chico de bigote de aquí. — y así poco a poco se fueron formando las parejas, una vez los habían juntado se apartaban a algún lado de la sala y hablaban un poco.

— Tú — El moreno miró para ambos lados un poco desconcertado — Sí, sí. Tú — Entonces Paul, al ver que lo estaba señalando asintió, para que la mujer supiera que la había escuchado. — Irás con él, el de pelos rizados. — El nombrado se dió media vuelta para mirar a su compañero. Aquella fue la primera vez que sus miradas se cruzaron.

the truth in your eyes  ⁎⁺˳✧༚Where stories live. Discover now