Inédito

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Sonic y Tails grabaron un video por motivos personales y de acción, pero hay un problema con dicha grabación. 

Nadie sabe dónde está.


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—¿Quieres grabar qué? —Tails se retiró las gafas de aviador para ver a los ojos del erizo con claridad, entonces el cobalto juntó ambas manos para intentar persuadirlo. El menor suspiró, sus colas se movieron por nerviosismo.

Si había algo que podía reprocharle a Sonic era ser descuidado con sus herramientas de trabajo, pero jamás un punto respecto a su relación. Prower sabía que el nuevo lazo que ahora tenían se había logrado gracias a que Amy fue lo suficientemente cortés para tomar semanas de sus propias tardes de actividades planificadas para entrenar la confianza de Tails, y así, conseguir que su amigo zorro pueda expresar sus sentimientos reprimidos.

Claro que Amy Rose no esperaba que el Dr. Eggman de igual manera haya auxiliado a Sonic para perfeccionar su confianza excesiva, la cual, según interrogatorios posteriores, había desaparecido desde que el erizo vio a Tails agacharse para recoger su llave inglesa debajo de la cama y el menor se atoró al querer levantarse. En el testimonio de The hedgehog, su vida no volvió a ser la misma cuando su mejor amigo le pidió que lo ayudara a salir.

Tails recordaba que, para su primera cita, Sonic había memorizado media hora de poemas que Eggman lo hizo aprender con la amenaza de buscarle otra pareja a Prower; sin embargo, Tails también recordaba que Sonic se detuvo luego de caminar solo viendo sus colas y lo único que dijo fue:

—Tengo dos grandes... dos enormes razones para quererte.

Amy tuvo que estar presente como una espía desde ese entonces en cada una de las citas que quisieran llevar a cabo.

Empero, Sonic no era malo. Tails siempre lo había admirado por razones referidas a su conducta, ya que el erizo era muy genuino y hacía cosas que el vulpino jamás habría hecho si el erizo no hubiera llegado a su vida; aunque podía haber excesos que sí agriaban el temperamento dulce de Prower y ocasionaban que Sonic durmiera en la puerta de su casa por largas semanas.

Sonic cuidaba a Tails, pero no era hostigante en su protección; al menor le gustaba cuando era tomado en sus brazos azules y llevado a todos los lugares que sería capaz de conocer en menos de tres minutos. Además, el ojiverde alguna vez hizo la promesa de siempre sería cortés con él, lo que forzaba su propia peculiar actitud a moderarse, pero que estaba dispuesto a hacerlo por Tails.

El cobalto intentó cruzar los dedos, pero Prower no tenía que saberlo.

Así que fue una total sorpresa cuando Tails lo escuchó hacerle una pregunta que estuvo dejando sin razón al erizo todas las noches en las que el ojiazul lo abrazaba para dormir y mecía sus colas antes de usarlas para también darle calor a su pareja.

—Sí, por favor. —Sonic hincó de inmediato una rodilla en la arena de la playa en la que Tails había estado disfrutando de la brisa acariciando su flequillo, y en la que estaba a punto de entrar para aliviar la sensación cálida de vivir en una isla hasta que el cobalto llegó con su propuesta—. Por favor, será bueno.

Tails miró hacia la palmera que estaba haciendo la sombra en la que ambos se encontraban, luego observó a Sonic, quien acababa de tomar una de sus manos, y habría sido increíble que fuera por causas diferentes.

—Es que... No sé... —murmuró el ambarino apenado—. Sonic, esas son cosas que solo deberían ocurrir para nosotros —expuso pateando tímidamente la tierra bajo los dos.

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