Cuando, años más tarde, Jimin volviera a pensar en sus primeros meses de matrimonio, se preguntaría qué destino benevolente había dispuesto que se casaran en un primero de diciembre. Esa fecha era sumamente favorable. En diciembre y enero, con el frío y la nieve, aflojaban las relaciones sociales, la semana de Navidad con la reunión de toda la familia, fue un interludio feliz. Aquellos tranquilos meses invernales le dieron ocasión de consolidarse, de hacerse al papel de Duque de Sant Jeon, de aprender lo necesario para seguir adelante.
Tomar las riendas de la casa resultó, en sí, bastante fácil. El servicio era excelente, bien preparado y bien dispuesto, pocas dificultades encontró en ese terreno sin embargo como las decisiones que le correspondía tomar abarcaban campos muy diversos, desde el ganado a los parterres de flores, desde las conservas a la ropa de cama. Y no sólo para la finca, sino también para las otras tres residencias que su esposo poseía. La organización doméstica y la logística resultaban absorbentes. En el entorno familiar, se esperaba de él que desempeñara el papel de esposo del duque, una labor exigente pero satisfactoria.
Todo esto y más le tocó desarrollar durante aquellos meses de diciembre y enero pero, a lo largo de ese período, el aspecto de su vida al que dedicó su máxima atención siguió siendo su relación con Jungkook.
Jimin no estaba muy seguro de que debía esperar. Había llegado al matrimonio sin una idea muy clara de lo que quería de él, más allá del hecho mismo de acceder al papel de esposo, de llegar a ser el omega que engendrara a sus hijos. Y como descubriría durante esas largas semanas de paz, esto dejaba muchos cabos por atar, muchas decisiones que tomar. Por ambos.
Una y otra vez, cuando su voluntades se cruzaban en la vida diaria, sus miradas se encontraban y Jimin veía en la de él una expresión de contención, de cálculo y reflexión... Y sabía que en sus ojos eran visibles las mismas emociones.
También había ajustes en otros terrenos, como encontrar tiempo para estar a solas, para gozar con tranquilidad de la mutua compañía, para discutir los mil y un detalles que afectaban su convivencia. Y todo ello en el marco de quiénes eran, de lo que eran y de lo que ambos podían aceptar. Ciertos ajustes les salieron con facilidad, sin tener que hacer un esfuerzo consciente; otros requirieron un toma y daca por ambas partes.
Y si bien sus noches siguieron siendo un terreno de juego en el que ya se habían trazado las reglas, en el que ya habían tomado sus decisiones, incluso allí, al tiempo que su mutua necesidad física se mantenía como una llama firme e inquebrantable, el compromiso entre ellos se hacía más profundo, más cargado de significado.
Cuando enero quedó atrás y empezó el deshielo, los dos fueron conscientes no sólo de los cambios producidos, sino de que se había creado algo nuevo como una entidad palpable, una especie de telaraña sutil en la que ambos vivían ahora. No era algo que comentaran, no hacían la menor alusión a ello, pero Jimin lo tenía presente cada minuto del día... y sabía que él también lo sentía.
—Saldré a cabalgar.
Sentado en una mesa junto a una ventana, donde repasaba las facturas del proveedor de velas, Jimin alzó la mirada y vio a Jungkook pasar por el salón trasero.
Él lo miró de arriba abajo y fijó la mirada en su rostro.
—Será un paseo dificultoso y lento. ¿Te apetece acompañarme?
Durante las semanas anteriores, el hielo de los caminos y el mal tiempo generalizado había impedido las salidas a caballo, pero aquella mañana lucía el sol y sin duda, sí Jungkook lo sugería, montar a caballo había dejado de ser un riesgo.
—Tendré que cambiarme —respondió y, olvidando al instante las facturas, se puso en pie.
—Llevaré los caballos a la puerta lateral.

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Diablo Jeon
RomanceEl joven Omega Park Jimin trabaja como institutor pero tiene otros proyectos para su vida los cuales no incluyen el matrimonio. sin embargo acontecimientos inesperados cambian sus planes drásticamente comprometiéndolo con el miembro más libertino de...