VIII

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JIMIN

¿El miedo y la conmoción me hacen ver cosas que no son reales, o el puto Jeon Jungkook está realmente aquí, de pie a escasos metros de mí tras siete años de silencio?

Parpadeo un par de veces, confiando en que en unos segundos sea sólo un producto de mi imaginación. Pero no. Sigue aquí, y no puedo controlar la rabia pura que aflora al instante al verlo ahí, hablando de mamá con el médico de Doyun al otro lado de la habitación.

Tienes que estar bromeando.

—¿Qué mierda haces aquí? —exclamo, levantándome de mi asiento y cruzando la habitación hacia él.

Sus profundos ojos marrones me miran directamente mientras continúa su conversación con el doctor Hajun, pero se interrumpe en el momento en que mi mano agarra el cuello de su estúpida y jodida camisa de botones y tiro de él. Con fuerza. Se tambalea hacia delante y arrastro su culo lejos del doctor hasta que está contra la pared.

Sigue siendo más alto que yo, pero no me intimida. Y tal vez tenga quince kilos más que yo, lo que tampoco es una sorpresa. Pero lo que me sorprende más que su presencia aquí es la forma en que me deja tratarlo a pesar de ser capaz de derribarme fácilmente, si hubiera querido.

Si no estuviera tan molesto por el mero hecho de verlo, mi polla probablemente disfrutaría tocándolo así.

Al menos, la parte que está apegada a la edad del instituto.

Pero he crecido desde la última vez que vi al objeto de mi estúpido enamoramiento adolescente. Desde la noche en que casi lo besé en aquella fiesta antes de ir a la cárcel, sólo para descubrir que cuando me desperté a la mañana siguiente para hablar con él sobre lo sucedido, simplemente se había ido.

Como polvo en el maldito viento.

—Jimin...

—No —lo corté. Siento que mis labios se curvan en una mueca mientras me pongo en su cara. Su nariz roza la mía cuando me inclino hacia él, gruñendo.

—No te molestes en hablar. No, a menos que pienses explicarme por qué mierda estás aquí y hablando con el doctor Hajun como si fueras parte de esta familia. A la cual. No. Perteneces.

Sus fosas nasales se agitan y aspira profundamente. Agarra la muñeca de mi mano que sujeta su camisa y aprieta de una manera que me obliga a soltarlo. 

Lo hago, pero no doy un paso atrás.

Intento no pensar en lo mucho que me gusta que él tampoco intente obligarme a retroceder. O en cómo su piel quema la mía allí donde sigue aferrándose a mí.

Maldita sea. Menos de dos minutos con él en la misma habitación y ya estoy volviendo a ser el Jimin cachorro enamorado de dieciséis años.

—Yo también me alegro de verte, Jimin —dice Jungkook, y su mano deja mi muñeca fría cuando la suelta.

—Deja la mierda, Jungkook —gruño, apartándome de él y dando un paso atrás—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Parpadea un momento y sacude la cabeza, entrecerrando los ojos hacia mí. 

—No sé si te has dado cuenta, pero nuestros padres tuvieron un accidente de coche muy grave...

—No me jodas —suelto, mirando a mamá y a Doyun antes de señalarlos—. ¿Qué te ha dado esa pista?

Su mandíbula se tensa y se moja los labios antes de ignorar por completo mi arrebato de preguntas. 

—Generalmente, cuando ocurre algo así, es hora de dejar de lado las diferencias y hacer lo que hay que hacer.

ʜᴇᴀᴅ ᴀʙᴏᴠᴇ ᴡᴀᴛᴇʀ ☾𖤓 ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora