Paul

912 54 16
                                    

Ambos habíamos venido aquí con el mismo objetivo, y ese era abrir nuestro corazón, lo sabía pero teníamos demasiado miedo para admitirlo hasta ahora.

Sentía que los nervios me invadían y no conseguía encontrar las palabras correctas, así que decidí hacer algo antes.

—Cantemos una canción. —Dije, Álvaro me miró confundido. — A veces cuando estoy nervioso o me siento incapaz de expresar lo que siento, me pongo a cantar. Hagámoslo.

—Exile de nuevo no, por favor.

—¿Alguna petición?

—Pues ahora mismo no se me ocurre ninguna.

—Bien, pues déjame pensar.

Cerré los ojos en silencio y pensé en todo lo que sentía por aquel chico que tenía a mi lado, era como tocar el sol y como si la primavera nunca se terminase, como si todo de él fuesen flores.

Tras pensar un rato, comencé a cantar la canción de Amapolas de Leo Rizzi. No tuve que decir nada más puesto que Álvaro se unió a cantarla conmigo enseguida.

Creamos una atmósfera única, en dónde solo estábamos nosotros y no importaba nada más.

En un momento de la canción nos pusimos de pie, al lado del agua y nos agarramos de las manos mientras nos sumergiamos en la mirada del otro.

Cuando terminamos de cantar la canción, en vez de separarnos, nos quedamos ahí durante unos minutos sonriéndonos.

En ese momento comprendí que muchas veces las palabras no tenían que ser la única muestra de que querías a alguien, que bastaba solo con fijarte en la mirada del otro y descubrir todo aquello que muchas veces era imposible de explicar.

La llama se enciende pero no siempre somos conscientes de ello, por eso surge en nosotros un gran descontrol, y ahora mismo sentía que por fin todo estaba en calma.

—Ahora mismo me estabas mirando de verdad. — Dijo Álvaro sonriendo, yo lo miré confuso porque no entendía a que se refería.

—¿Qué?— Pregunté.

— A veces te ocultas en una sonrisa pero no siempre es de verdad, y ahora sí que me estabas mirando de verdad.

Sabía a lo que se refería y me sorprendió muchísimo como era capaz de conocerme hasta el punto de que supiera cosas de las que yo muchas veces no era consciente.

—Sabes demasiado de mi, admito que me das un poco de miedo.

—Simplemente te miro y te escucho.— Me sonrió.

Me di cuenta de que ambos sabíamos bastante del otro sin a veces ni siquiera hablar, entonces llegué a la conclusión de que tal vez tener una conversación no era lo que necesitábamos, si no algo diferente.

— Álvaro, creo que ya sé porque hemos estado evitando tanto el momento de hablar de nuestros sentimientos.

—¿Por qué?

—Porque esa no es nuestra forma de mostrarlos, yo por lo menos casi nunca he expresado mis pensamientos hablando, siempre he acudido a otras cosas como...

—¿Cantar? ¿Escribir?

—Sí, eso es.

—Entonces te diré que mi manera de expresarme es por el contacto físico y por la música.

—Lo sé, siento decirte que no eres el único que conoce al otro, yo también te miro y te escucho.

Ambos nos sonreímos y nos quedamos un buen rato disfrutando de la cercanía del otro mientras nos cantábamos canciones en susurro.

Este momento era tan nuestro que ahora entendía porque antes ninguno de los dos se había imaginado esto, porque lo nuestro nace de instantes, de casualidades, y cualquier cosa que no sea eso no tendría sentido en nuestra historia.

Era muy tarde pero aún así ninguno de los dos tenía sueño, así que nos quedamos hablando de cualquier cosa.

Las noches siempre eran ese momento del día en el que te mostrabas más vulnerable y en el que tu cabeza perdía parte de la conciencia.

Por eso me gustaban tanto, porque era todo más real y natural, y aunque luego te pudieras arrepentir sabes que eso era lo que en el fondo querías contar, y considero que no hay nada más bonito que eso.

—¿Sabes qué? — Le dije a Álvaro sin ningún tipo de contexto.

Él que me estaba acariciando el pelo habló casi en un susurro.

—¿Qué?

—Que si el mundo acabara mañana sé que estoy en el lugar correcto.

—¿Y si acabase hoy?— Preguntó adormilado, ya empezaba a estar cansado.

—Entonces sabría que no habría desperdiciado los últimos minutos de mi vida.— Le sonreí y me incorporé para abrazarle y darle un beso en la cabeza.

—Yo tampoco los habría desperdiciado.—Dijo mientras seguía abrazándome.

Nos quedamos un rato largo abrazados hasta que lo escuché bostezar.

—Deberías de irte a dormir ya mi niño.— Dije intentando separarle un poco de mi cuerpo, aunque no lo conseguí.

—Quiero quedarme un rato más contigo.

—Podrás pasar conmigo todo el tiempo que quieras, pero ahora tienes que descansar.

—Me da miedo despertarme mañana y que todo esto desaparezca, que tú desaparezcas.

—Yo no me voy a ir, te lo prometo.

Álvaro se aferró a mi con fuerza antes de separarse definitivamente y dirigirse a la caravana.

—¿Tu no vienes?—Me preguntó.

—Tengo que hacer una cosa antes, no tardo, tú vete a descansar.

Álvaro asintió no muy convencido y antes de marcharse se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

—Buenas noches mi amor, gracias por todo.— Dijo.

Yo lo atraje hacia mí y le agarré de la cintura plantándole un beso, bueno o quizá fueron varios.

Después de una larga despedida se fue a dormir a la caravana y yo con cuidado de que no se diera cuenta, fui allí y me acerqué a por mi libreta para poder escribir.

Había una pequeña luz que me permitía ver lo que escribía, así que con eso y con la compañía de la Luna, me puse a escribir lo que tanto tiempo llevaba pensando.

Me puse a escribir una carta para él.

No sé cuánto tiempo estuve escribiendo, pero no descansé hasta que la tuve lista.

Cuando terminé me fui a la caravana y me puse el pijama. Álvaro estaba completamente dormido por lo tanto no se enteró de nada.

Puse la carta junto a sus cosas para que así pudiera leerla a la mañana siguiente y me dirigí a la cama, aunque había un problema.

Álvaro estaba plenamente dormido en la cama y para mí mala suerte la caravana era algo estrecha y era el único sitio en el que podría dormir cómodamente. Iba a ir a dormir fuera para no despertarlo, pero sin querer tiré con algo y el ruido le despertó.

—¿Qué ha pasado?

—Se me ha caído una cosa, pero no te preocupes, tú sigue durmiendo.

—¿Y tú?

—Iba a dormir fuera.

Esa frase hizo que Álvaro se despertase más y tiró de mí para que también me tumbase.

—Estás tonto, ¿Eh?—Dijo.— Ven aquí y duérmete.

Me tumbé junto a él y me abrazó por detrás, no me dio tiempo a decirle nada porque enseguida se volvió a dormir y yo hice lo mismo.

Creo que había sido la noche que mejor había dormido en mi vida.

Las palabras que siempre te quise decir | Alvaul / Polvorones Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin