Caitlin consigue el trabajo de su vida, trabajando como científica de datos para un equipo de Fórmula Uno -El escape perfecto para una chica que viene de una mala roptura-. Pero en su nuevo entorno, Caitlin pronto comienza a preguntarse si este es r...
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Al día siguiente.
SEBASTIÁN: Levántate, dormilona.
Caitlin miró a través de pestañas entrecerradas su teléfono, la pantalla brillante contrastaba con la habitación ligeramente iluminada en la que ella y Charlotte se alojaban.
CAITLIN: Tienes un buen descaro llamarme dormilona, ¡son las 9 de la mañana! ¿Qué te hace pensar que no estoy despierta ya?
SEBASTIÁN: Lo sé. Levántate y prepárate. Te recogerán en media hora.
CAITLIN: ¿No has terminado ya, seguramente?
SEBASTIÁN: No del todo, pero pronto. Te estoy enviando un coche y te llevaré a desayunar; nos encontraremos en el camino...
Aún no completamente despierta, Caitlin se dejó caer de nuevo y se quedó mirando al techo. No se movió durante casi cinco minutos, parpadeando lentamente y esforzándose por no volver a dormirse.
Finalmente, confesándose a sí misma que había estado en la cama tanto como era factible, se deslizó entre las sábanas y se acercó sigilosamente al baño, haciendo todo lo posible por no despertar a Charlotte.
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Curiosa, Caitlin miró alrededor mientras el auto negro conducía por el centro de la ciudad.
"¿A dónde vamos?" preguntó impacientemente, inclinándose hacia adelante en el borde del asiento para hablar mejor con el conductor al frente.
"No se me permite decírtelo, señora", dijo con una sonrisa divertida.
"No. No hagas eso", murmuró Caitlin, refiriéndose al comentario de señora y colapsando hacia atrás en su asiento abatida.
El conductor se rió. "Lo averiguarás bastante pronto."
Efectivamente, en unos minutos, Caitlin se dio cuenta. La estaban llevando hacia el aeropuerto.
El conductor se apartó de la carretera principal hacia la terminal y se acercó a una alta puerta de metal, con alambre de púas enrollado en círculos a lo largo de la parte superior.
