El Ano Nuevo

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Puede que nadie trabajara a dos días de Fin de Año, pero nosotros sí. Al menos por la mañana después de desayunar la comida de campeones que había vuelto a encargar traer al restaurante y el café de cincuenta dólares por repartidor. Por la tarde, sin embargo, a Jungkook le apetecieron mejor otros planes.

Cuando me dijo que era suficiente por el día, estaba seguro de que me mandaría esperar en la habitación mientras iba a buscar algunos de sus juguetes a la Habitación del Placer; y no pude estar más sorprendido cuando me preguntó si quería ir a aquella librería tan grande que habían abierto en el centro. Dije que sí, por supuesto. Igual que al día siguiente cuando quiso, atención, "dar un paseo por el parque".

Un paseo por el parque... lo pensé tanto que todavía seguía en shock cuando llegamos al parque central y empezamos a dar una lenta vuelta junto con los que hacían deporte, los que paseaban a los perros y las otras muchas parejas.

Aproveché la ocasión para sacarle una foto a Jungkook, la primera solo a él, y la segunda juntos. Solo le envié una al señor Lee, la otra era para mí. El día de fin de año no salimos de casa. Nos quedamos un poco en la habitación, un poco en el salón hasta que llegó el momento de prepararse para la maravillosa fiesta a la que habían invitado al señor Jeon. Nos vestimos juntos en el vestidor y Jungkook miró el resultado en el espejo, como a él le gustaba hacer. Yo solo tenía un traje bueno, el gris que había hecho hacer para mí, pero el señor Jeon tenía muchos, muchísimos, y tardó toda una hora en decidirse por cual ponerse.

-Llama al sastre y despéjanos un hueco para ir en algún momento del mes -terminó diciéndome-. Te compraré un par de trajes más y los arreglará para ti.

Ya me había llamado la atención el hecho de que todo fuera "nuestro", pero que cuando llegaba el momento de pagar, él era el que me pagaba las cosas a mí. No me gustaba, porque estaba claro que él creía que ser el dueño del dinero le daba poder sobre mí; aunque eso no fuera cierto en absoluto.

-¿Algo que deba saber sobre esa fiesta, señor Jeon? -le pregunté sentados en el taxi.

Lakov no estaba en la ciudad y aún tardaría unos días en volver.

-No te separes de mí y que nadie te toque -murmuró en mi oído, porque, aunque hubiera un cristal entre el asiento del conductor y nosotros, no se podía estar seguro de cuánto se podía llegar a oír.

-Lo normal, entonces -concluí mientras miraba las brillantes luces de la calle.

-Lo normal -afirmó él colocando una mano en mi pierna.

La fiesta de "Ano Nuevo" se celebraba en lo alto del Hotel Palace, uno de los más lujosos y caros de la ciudad. Tuvimos que mostrar una invitación especial en la recepción y esperar por un acompañante que nos llevó a una sala discreta en la que nos inspeccionó por si llevábamos armas. Yo me quedé en silencio y con las cejas algo elevadas, pero el señor Jeon se lo tomó con bastante calma, así que di por hecho que era lo normal. Solo se enfadó un poco cuando me palpó a mí, mirando atentamente dónde tocaba y durante cuánto tiempo. Me pidió que dejara el móvil allí, porque no estaba permitido llevar nada con acceso a internet, a cámaras ni a sonido.

Después nos llevó a un ascensor y nos deseó feliz año nuevo con una sonrisa. La sala de la celebración era un gran comedor con preciosas vistas a la ciudad, pero reconvertido en una especie de sala de fiestas con luces apagadas y música alta. Fue un cambio muy brusco y repentino entre la sobriedad del hall del hotel y la elegancia a aquel... aquel sitio.

Había muchos hombres trajeados y muchas mujeres casi sin ropa, muy al estilo de Wall Street, suponía. El señor Jeon me guio con la mano en la espalda hasta el centro de la sala, donde se detuvo a intentar distinguir los grupos de hombres en los sofás y las mesas. Yo también lo hice, pero después de solo encontrar a gente esnifando, bebiendo, riéndose como locos y metiéndose mano ya perdí las ganas. No era que estuviera incómodo con todo aquello, era simplemente que no era mi estilo de fiesta.

El AsistenteWhere stories live. Discover now