Virginal Pero Macabro

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Me senté en la parte trasera del coche, al lado de Lana, quien no sabía lo que pasaba y creía que el estado silencioso y menos sonriente del señor Jeon era por su culpa. Yo no tenía ganas de hablar, pero sabía que si no lo hacía solo sería peor cada segundo que pasara.

-¿Y qué cenastes? -le pregunté a Lana, evitando mirar la sonrisa congelada en el rostro de Jungkook.

Trataba de mantener el aspecto del Soltero de Oro, pero su silencio y postura rígida lo convertía en una imagen un poco macabra, como de asesino en serie.

-Yo cené lasaña -murmuró ella en tono bajo, dejando la mirada a media distancia entre el suelo y mi rostro.

-¿Te gusta la pasta? -Mucho -reconoció.

-Oh, te habrá gustado más el primer restaurante, entonces -me obligué a sonreír.

-No, no -negó ella a prisa, al fin me miró a los ojos y añadió-: Todos los restaurantes son maravillosos.

Claro que lo eran, yo los elegía. -A mí me gustó más el primero -reconocí-. Este era muy bonito, pero el italiano tenía un ambiente encantador, como de la toscana.

Sus ojos y sus labios se abrieron, aspiró aire y me dijo con un tono sorprendido:

-¿Has estado en Italia?

-No, nunca he estado; pero me encantaría visitarla.

-A mí también -sonrió tímidamente-. Una de mis películas favoritas es -Vacaciones en Roma, adiviné-, Vacaciones en Roma... -dijo tras una breve pausa, como si fuera algo que le avergonzara decir delante del señor Jeon.

Lana era increíblemente predecible.

-Eres del cine de los sesenta, entonces -no era una pregunta.

Una Lana más calmada y despreocupada comenzó a hablar entonces, alentada por mis breves preguntas, mis pequeñas bromas y mi sonrisa educada. Cuando alcanzamos la puerta de su casa se llevó las manos al rostro, avergonzada, y se disculpó por haber hablado tanto ella sola.

-Es muy fácil hablar con usted, señor Park-me dijo, como si fuera un hecho que la fascinara.

-Gracias -respondí, saliendo del coche primero para dejarla pasar.

Ella trató de mirar al señor Jeon, que había estado en completo silencio todo el camino, sonriendo como una especie de figura de cera macabra.

-Gra... gracias por la cena, señor Jeon -se despidió, bajando al momento la cabeza y arrastrándose por el asiento para salir.

Le ofrecí la mano con educación y ella me lo agradeció con una sonrisa. -Pasa buena noche, Lana -le dije.

-Igualmente, señor Park.

Entonces cogí una bocanada de aire y me metí en el coche, cerré la puerta con cuidado y miré aquellos ojos helados que me miraban de vuelta ya sin sonreír.

El señor Jeon había vuelto, y lo había hecho peor que nunca.

-Señor Jeon, por favor -le pedí con tranquilidad, porque sabía lo enfadado que estaba-. Sabe que yo no podría haberme quedado en esa cena con usted y...

-Cierra la puta boca -me interrumpió con un tono que me heló la sangre. Cerré los labios y tragué saliva. Me puse algo nervioso porque el señor Jeon estaba muy raro, era como... al principio, cuando tenía sumisos y yo iba a todas partes con una agenda negra con fotos y nombres.

-Desnúdate. Mantuve su mirada y sentí una angustia en el pecho, pero empecé a quitarme la chaqueta y a tratar de convencerme a mí mismo de que, si le daba aquello, todo volvería a la normalidad.

El AsistenteWhere stories live. Discover now