O c h o | Caótico

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Capítulo ocho | Caótico.

El silencio suele ser desgarrador, frío e impasible cuando compartes espacio con alguien a quien no conoces.

Pero no me pasa eso con Neithan.

He de admitir que tengo los nervios a flor de piel por estar en el mismo coche con él. También he de admitir que, inconscientemente, he conseguido que esté de mejor humor.

Al menos eso he interpretado cuando, subiendo al coche, me he chocado con la puerta y él ha ahogado una risa.

Ahora me encuentro en el asiento del copiloto. Él arranca el coche y empieza a conducir de forma despreocupada, dejando una mano sobre el volante y la otra sobre la palanca de cambios.

Intento no observarlo demasiado para no parecer una pesada, pero... no puedo evitarlo. Si se da cuenta, no hace alusión a ello.

Inspiro despacio cuando aumenta la velocidad. Solo han transcurrido dos meses desde el accidente, y subir a un coche siempre me eriza la piel en el peor de los sentidos.

Trato de mantenerme tranquila, pero vuelve a pisar el acelerador cuando la autopista se despeja y, aunque va a una velocidad aceptable, no puedo evitar intervenir.

—¿Puedes ir más despacio?

Frunce el ceño cuando me mira.

—No voy a chocarme con nada, para tu información.

—Lo sé —me apresuro a decir. No quiero ofenderlo—. Pero no me gusta la velocidad.

—No vamos tan rápido.

No digo nada más. A pesar de que no insisto, él hace lo que le pido.

Entonces, lo miro. Mi distracción queda a un lado cuando me fijo en lo mismo que llamó mi atención ayer.

—¿Te encuentras mejor?

—¿Por qué me preguntas eso?

—Por el golpe. Hoy parece que lo tienes mejor. ¿Te duele menos?

Me mira con una expresión ligeramente confusa.

—Supongo —murmura—. Un poco menos.

—Seguramente no sea nada más de lo que se ve, pero si sigue así deberías ir al médico. Para asegurarte de que estás bien.

Doy por hecho que ya lo sabe, pero no está de más recordárselo.

Él no me mira ni tampoco responde con palabras.

Me distraigo observando el interior del coche, al ver que él no dice nada más. Es un Mercedes del año dos mil diez, me parece. Puede que no sea lo más nuevo, pero sí que está como salido del concesionario. Además, es bastante bonito.

Lo que más me extraña es que huele fenomenal. A ambientador de brisa marina. No a nicotina.

—¿Cómo es que tu coche huele tan bien? —no puedo evitar preguntarle.

Él me mira de soslayo con una ceja enarcada.

—¿Estás dudando de mi higiene?

—Lo normal es que el coche de alguien que fuma huela a eso.

—Yo no fumo en mi coche.

Gracias a Dios.

—Bueno, es comprensible. Fumas demasiado, así que el olor se pegaría a toda la tapicería.

—Yo decido cuanto es demasiado, y no es demasiado —se queja.

—¿Cuántos paquetes compras a la semana?

𝐇𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞Where stories live. Discover now