2. El vidrio que se desvaneció

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Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a sus sobrinos en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre los búhos.

Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre. La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño.

Sin embargo, Harry y Brenda Potter estaban todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.
-¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta. -¡Arriba! -chilló de nuevo.

Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta y trató de despertar a su hermana melliza, quien todavía frunció el ceño a quien la movía. La niña todavía quería recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvió a la puerta.
-¿Ya están levantados? -quiso saber.

-Casi -respondió Harry.

-Bueno, dense prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que ella se encargue del té, todo debe ser perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
Harry refunfuñó.

-¿Qué has dicho? -preguntó bruscamente su tía desde el otro lado de la puerta.

-Nada, nada...

-Creo que olvidaste un detalle importantísimo - murmuró su hermana con una sonrisa, mientras se frotaba los ojos.

El cumpleaños de Dudley... ¿Cómo había podido olvidarlo? Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Le dijo a Brenda que se cambiara así que ella se arrodilló debajo de la cama para sacar sus calcetines, pasando un par a su hermano que había encontrado, este después de sacar una araña de uno, se los puso. Estaban acostumbrados a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormían.
Cuando estuvieron vestidos, salieron al recibidor y entraron en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras.

La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harry y Brenda, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido y la mayoría de veces Brenda le ponía cabes para que evitara ir donde su hermano.

Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Brenda por lo otro era tan solo un poco más alta que el. Además, parecían más pequeños y delgados de lo que realmente eran, porque toda la ropa que llevaban eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que ellos. Harry tenía el rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de color verde brillante. Llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley lo había golpeado en la nariz. Brenda en cambio poseía un cabello color pelirrojo oscuro y ojos verde esmeralda, haciendo que su tia tenga una fascinación de desquitarse con ella debido al parecido con su madre, siempre le decía que era la copia exacta de esa traidora que en algún momento llamó hermana.

𝕃𝕠𝕤 ℙ𝕠𝕥𝕥𝕖𝕣 𝕪 𝕝𝕒 𝕡𝕣𝕠𝕗𝕖𝕤í𝕒 𝕡𝕖𝕣𝕕𝕚𝕕𝕒Where stories live. Discover now