Capítulo 4.- Propósito.

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Esta arrepintiéndose mentalmente una vez más, recostado en su incómoda cama. Mientras sus hinchados ojos se cansan de tanto llorar.

Su hipar y el sonido de las manecillas del reloj caminar, es lo único que en la habitación se puede escuchar.

El tiempo pasa de una manera tan lenta que asusta. Apenas está amaneciendo desde la tarde de ayer.

Sus dedos bailan sobre su pecho, esperando verlo entrar para pedirle perdón; sabe que la ha cagado.

La puerta se abre y enseguida seca sus lágrimas.

-Lo siento, lo siento tanto. Tú no eres esa mala persona que te dije, nadie piensa eso y eso me incluye. Solo no quiero encariñarme contigo, y tal vez ahora no entiendas de qué hablo, pero si pudieras esperar a que las cosas sucedieran con calma, eso sería genial. -

-Oh cariño, creo que no soy la persona que esperabas. - susurra con incomodidad la enfermera.

-Mierda. - habla sonrojado aún sin mirarla.

-¿Se ha tomado alguna pastilla? - Se acerca al estante.

-No - dice bajito.

-Le daré unas que debió de tomar ayer. - explica mientras sirve un vaso de agua.

-Es muy buena, señorita. - se acomoda sobre su sitio; el dolor a disminuido.

-Mira - Le muestra una pastilla grande. - Esta es para que no te den punzadas en la cabeza. -

Pedri la toma rápidamente, nunca ha sido fanático de los medicamentos.

-Esta de acá es para que deje de dolerte el cuerpo. - Saca una cápsula transparente.

Da un trago de su agua después de haberla metido en su boca.

-Muchas gracias. - Le sonríe devolviendo el vaso.

Se ha bebido toda el agua.

-¿Tienes hambre? - cuestiona mirándolo a los ojos.

-Demasiada-

-¿Qué opinas si te traigo un poco de sopa acá? - murmura emocionada.

Seria genial - responde eufórico.

- Iré por ella. - Está a punto de salir cuando un agudo grito del canario la detiene.

-¿Puedo pedirle otro favor? - juega con la manta.

-Claro que si-

-¿Recuerda al chico que me trajo ayer? - muerde su labio.

-Sí, de maravilla-

-Su habitación es la 22, ¿Podría decirle que me traiga mi ropa de los miércoles?-

- Iré de inmediato - corre fuera de ahí.

Así es, tiene siete modas de ropa diferentes, destinadas exclusivamente a cada día de la semana. De alguna manera, siente que Gavi debe saber que ropa corresponde a ese día.

Él sabe que a el castaño le gusta usar ropa holgada los miércoles.

[...]

¿Se puede? - pregunta la mujer desde fuera.

-Sí, supongo. - accede terminando de pegar los corazoncitos de fomi.

Abre finalmente la puerta, observando la dedicación que el castaño aplica en esa gran caja sobre su escritorio.

-Te está quedando preciosa. - afirma leyendo las pequeñas frases de amor.

-¿De verdad? Ya no estoy seguro de querer terminarla. - suspira con decepción.

Odio San Valentín (Adaptación Gadri)Onde histórias criam vida. Descubra agora