5: Dos tipos de personas

18 3 27
                                    

—Es una pena, Meili. Y... ¿Has pensado en dejar la carrera?

Por comentarios como ese es que Meili ha intentado evitar a toda costa contarle a los demás acerca de eso.

Mira a su profesor con una ceja en alto, sin poder creerse lo que el hombre acaba de decir. De repente, toda la estima y admiración que sentía por el hombre se han desaparecido por completo.

—¿Por qué pensaría algo como eso? Me gusta esta carrera, es un sueño hecho realidad —dice con seguridad, con la mirada en alto.

—No has estado rindiendo en clases estas últimas semanas. —El hombre la mira con pena y eso solo logra enfurecerla más. —A lo mejor hay algo más que te guste y a lo que puedas dedicarte, sin importar tu condición.

—¿Sin importar mi condición? ¿Cree que no seré capaz de dedicarme a la música solo por eso?

—Meili, no hagas esto más difícil, no soy el enemigo aquí. No te tomes mis palabras a mal, si me estoy tomando la molestia de decirte esto es porque te aprecio. Siempre has sido una de mis mejores alumnas, pero las cosas están cambiando demasiado rápido.

Las cosas están cambiando demasiado rápido...

—No estás pudiendo seguir el ritmo de tus demás compañeros, y con lo que me acabas de decir me preocupa que te atrases.

Fue inevitable continuar guardándole el secreto a su profesor cuando este notó que ella ya ni siquiera era capaz de escuchar correctamente la clase desde su habitual asiento, viéndose obligada a colocarse entre las primeras filas, eso además de ciertas equivocaciones que ha cometido mientras toca algún instrumento.

Meili siempre ha sido reconocida por su facilidad de memorizar una melodía y recrearla en cualquier instrumento solo con escucharla una o dos veces. El profesor suele hacer eso a menudo en sus clases, tocar alguna melodía en el piano y dejar que sus alumnos intenten recrearla sin ayuda de un pentagrama. Era capaz de hacer eso, pero ahora, a medida que su pérdida de audición va aumentando, es difícil seguirle el ritmo al profesor.

—Voy a esforzarme más, le prometo que no voy a atrasarme.

—Meili...

—No tiene que preocuparse por mí, sé lo que estoy haciendo, voy a continuar con esto hasta el final.

¿Segura?

—Está bien, te tomaré la palabra.

Cuando sale del salón el reloj marca las seis en punto, esa última clase terminó alargándose más de lo esperado, odia salir un viernes tan tarde, pero al final la culpa es de ella misma por haber escogido ese asqueroso horario, de solo pensar que también tiene una clase el sábado a la misma hora, le da ganas de lanzarse de un puente.

Ha llegado a un punto en el que ya las clases no se le hacen tan geniales como antes.

Camina de forma perezosa hacia la salida de la universidad, notando que el cielo está repleto de nubes grises, y aunque no ha empezado a llover, saca de su mochila la sombrilla que lleva allí guardada, la cual ni siquiera le pertenece.

Una semana después de su último encuentro con Hassel, no se sorprende cuando se queda mirando la sombrilla y pensando en el chico por millonésima vez. Ha guardado la sombrilla con la intención de devolvérsela, pero, incluso si se lo ha topado unas cuantas veces por los pasillos de la universidad, no sabe por qué le da tanta vergüenza acercase al chico, aunque, más que vergüenza se siente como si fuese incorrecto romper ese límite que ella misma le exigió a él, incluso si solo es para devolverle algo que le pertenece.

The voices i want to hearWhere stories live. Discover now