9: Amigos

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Meili tiene un profundo respeto hacia todos los doctores y estudiantes de medicina que hay en el mundo, porque en definitiva ella no sería capaz de leer tantos libros, mucho menos cargarlos en su mochila hasta la universidad sin terminar con una hernia discal.

—¿Segura qué puedes con todos esos libros, cielo? —su tío pregunta, mirándola desde la entrada de la cocina con el rostro bañado en preocupación.

—Claro que puedo, soy fuerte.

Mentira, Meili es muchas cosas, pero ser fuerte no es una de ellas.

—¿Y para qué necesitas los libros? No creo que te sirvan en tu carrera.

—Son para Hassel, tiene un examen importante mañana y quizás le sirvan de ayuda.

—¿Ese Hassel es tu nuevo novio?

—¿Por qué dices nuevo novio como si fuese el quinto que tengo en lo que va del año? —el hombre ríe. —Solo somos amigos, no hay nada de que preocuparse.

—Sinceramente, lo que en realidad me preocupa es que de la nada seas una persona sociable.

—¡Tío!

El camino hasta la casa de Hassel no es tan extenso, pero Meili hace todo lo posible por alargarlo lo más que puede, deteniéndose en cada tienda de conveniencia que se le atraviesa en el camino, incluso si no termina comprando nada más allá de un paquete de gomitas. Cuando se encuentra a dos calles de la casa de Hassel, ya lleva en la mano cinco bolsas de gomitas, las suficientes para hacerle caer en cuenta de que debe dejar de evitar la llegada a su destino si no quiere quedar en bancarrota.

No sabe cómo organizar sus sentimientos, las palabras que ha estado practicando de repente ya no tienen coherencia en su cabeza, sin mencionar que su parte racional le repite que debería darse media vuelta y regresar con su tío.

No puede hacer eso, quizás si no hubiese escuchado la voz rota de Hassel suplicándole soledad, las cosas serían mucho más sencillas, pero no es capaz de solo dejarlo pasar y ya, para tratarse de una persona con la que lleva unas cuantas semanas de conocerse, Meili se está tomando muchas molestias en solucionar las cosas.

Siempre ha sido más el tipo de persona que se aleja y ya, no lucha por mantener un contacto, por buscar una solución o explicación. Le parece que cualquier tipo de interacción es demasiado trabajo para ella, y eso se debe a que prefiere mantener un reducido círculo de personas cercanas a ella. Esta es quizás la primera vez en que se está esforzando por una amistad.

Cuando llega hasta la casa de Hassel se queda de pie frente a la puerta, preguntándose cuál podría ser el repentino motivo por el cual ha decidido dejar de lado su típico discurso de "prefiero estar sola".

En el fondo sabe que todo está relacionado con su infancia y todos aquellos que le dieron la espalda a su tío y a ella cuando se quedaron solos.

Está a punto de tocar el timbre cuando la puerta se abre de repente, y del otro lado aparece una mujer altísima, de cabello rubio, piel bronceada y ojos grises, idénticos a los de Hassel.

—¿Buscas a alguien? —pregunta la mujer, la cual, aunque luce grande e imponente, su voz es suave y dulce, al igual que su sonrisa.

—Sí. Me llamo Meili, mucho gusto —se presenta, extendiendo una mano con cordialidad. —¿Se encuentra Hassel?

—¿Vienes a ver a Hassel?

Meili asiente, y la mujer esta vez le regala una mirada que no sabe cómo interpretar, es como una mezcla entre curiosa y desconfiada.

The voices i want to hearWhere stories live. Discover now