10. Fatídico encuentro

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El sábado por la mañana se levantó con la buena noticia de que sus clases habían sido canceladas, por lo que su tío tomó la precipitada decisión de casi obligarla a ir a la casa de Estefany para una clase de último momento.

Esa apenas va a ser la tercera clase, y la verdad es que hasta el momento Meili siente que no ha aprendido absolutamente nada, por lo general solo escucha hablar a Estefany durante las dos horas que dura la clase. Es una mujer agradable, pero aún no se siente cómoda con todo eso, la única razón por la que continúa yendo es por su tío.

Así que allí se encuentra, Estefany la recibe con cordialidad y una amable sonrisa, igual que siempre.

—Meili, que gusto verte de nuevo —la mujer dice en cuanto Meili pone un pie dentro de la casa —. Adelante, me tomó por sorpresa la llamada de tu tío. También tengo a otra alumna aquí, vino a visitarme, espero que no te moleste.

—No, para nada.

—Qué bueno —sonríe —. Sígueme, cielo.

La casa es inmensa, mientras sigue a Estefany por los pasillos se pregunta si la mujer vive allí sola, si está casada o tiene hijos. Todos esos pensamientos se ven eclipsados cuando llegan a un hermoso jardín y a lo lejos distingue la presencia de una chica persiguiendo a un gato por todo el lugar. Es ahí cuando cae en cuenta de que esa chica al ser estudiante de la profesora Estefany significa que a lo mejor también tiene alguna condición parecida a la de ella.

—Espérame aquí, Meili. Traeré limonada —. Estefany dice, y ella entra en pánico ante la idea de quedarse sola con esa chica.

—Pero-

—¡No me demoro!

No le da tiempo de decir algo más, ya que Estefany corre de vuelta al interior de la casa. Meili analiza sus posibilidades cuando se queda sola; la chica aún no nota su presencia, así que opta por sentarse en un banco que se encuentra cerca, bajo un árbol. El jardín es igual de inmenso que la casa. Hay árboles y flores por doquier, una fuente de mármol en el centro y a lo lejos una mesa de pícnic refugiada bajo una sombrilla blanca, lo suficiente grande para cubrir la mesa y las sillas que le rodean.

Por más que lo quiso, fue inevitable que su mirada no se terminara encontrando con la de la chica desconocida, la cual la mira con extrañez, el gato reposando en sus brazos, atrapado. Por la forma en que la mira, Meili no se espera que la chica termine acercándose a ella, hasta quedar frente a frente.

—Hola —dice, intentando romper el incómodo silencio.

—¡Hola! —la chica grita, porque sí, incluso ella pudo escuchar el tono de voz demasiado alto que la chica utilizó —. ¡¿También das clases con la profe Estefany?!

—Sí.

Ella le sonríe, al tiempo en que baja al gato y se limpia las manos, para extenderle una, la cual Meili no duda es estrechar.

—¡Me llamo Samantha! ¡¿Y tú?!

—Meili. —Samantha frunce el ceño y se le acerca un poco más.

—¡¿Puedes repetirlo?! ¡No leí bien tus labios, lo dijiste muy rápido!

Oh.

—Meili. M-E-I-L-I —deletrea su nombre, despacio.

Samantha se echa a reír.

—¡Mucho gusto, Meili!

Quiere hacerle muchas preguntas a Samantha, pero no le parece buena idea o muy prudente preguntarle si ha perdido la audición por completo, en especial cuando nota que la chica no lleva audífonos puestos.

The voices i want to hearWhere stories live. Discover now