6: Inexperta en fiestas

25 6 52
                                    

—¿Otra vez estás aquí? ¿Acaso no tienes casa?

—Aquí el único sin casa eres tú, viejo amargado.

—¡Es sábado! —grita el hombre, y Meili finge impresión, como si ya no supiese que día es.

—¿En serio? No me digas...

—Ve a una fiesta, ten sexo, drógate, come galletas, ¡yo qué sé! —dice el hombre, enumerando sus terribles opciones mientras toma asiento a su lado en el piano.

—De todas las cosas que acabas de decir, ¿cuántas hiciste?

—Ninguna, soy un hombre responsable.

—Si fueras responsable, no estarías incitando a una adolescente a hacer todas esas cosas. —Meili suelta un suspiro, empezando a presionar teclas de forma distraída. Robert la mira con curiosidad, ella sabe que el hombre está ansioso por unirse a la melodía. —Soy virgen, no pienso drogarme y... bueno, sí me gustaría una galleta.

—Aburrida —bufa. —¿Puedo?

—Adelante.

Sus palabras se intercambian por la suave melodía que interrumpe el silencio que sus voces dejan en el aire. Su melodía sin sentido se termina convirtiendo en la canción que siempre suele tocar en dueto con Robert cuando los dejan estar en la sala de música que hay en el ancianato, la cual para su sorpresa se encuentra bien surtida con múltiples instrumentos, además del piano.

Por lo general, el que más pasa tiempo en la sala de música es Robert, al parecer es el único que sabe tocar un instrumento. Fue una verdadera sorpresa para Meili descubrir acerca de los dotes musicales que posee su amigo, un viejo militar pensionado que sus cuatro hijos decidieron abandonar en un ancianato; Meili en definitiva no se esperaba que el hombre fuese tan bueno con el piano, sin mencionar su gran talento y creatividad para la escritura.

Meili mira de reojo a Robert, el cual toca cada nota con pasión, una fluidez envidiable que transmite en ella una inigualable tranquilidad. Es demasiado testaruda como para admitirlo, pero su parte favorita de la semana es cuando llegan los sábados y puede ir al ancianato a pasar tiempo con Robert, mientras el tío Owen atiende a los otros viejitos que viven allí.

—¿Qué hiciste esta semana? ¿Algo nuevo que contar? —pregunta Robert una vez que finalizan la canción. —Al menos esfuérzate por entretenerme con alguna historia, niña.

—Nunca me pasa nada interesante o nuevo, mis días son siempre iguales.

Aunque esas son las palabras que salen de su boca, sus pensamientos se dirigen hacia lo que pasó apenas hace un día, en casa de Hassel. Después de esa extraña conversación que Meili prefiere no recordar en lo absoluto, se quedó más tiempo del esperado en la casa debido a la lluvia que no disminuía en lo absoluto.

Hassel nunca tuvo intención de contarle acerca de la pelea, y ella, por su parte, sentía que había hablado más de la cuenta, por lo que al final terminaron sentados en la sala, donde el chico la obligó a ver los dos primeros capítulos de Percy Jackson y los dioses del olimpo. Si es sincera, disfrutó de su estadía en casa de Hassel. Incluso si pasaron la mayor parte del tiempo sentados observando una pantalla, fue agradable.

—Eso es tan lamentable, incluso yo que estoy en un ancianato tengo más vida social que tú.

—Conocí a alguien —dice al cabo de unos minutos, pensando en si es buena idea o no contarle eso a Robert. —Un chico, estudiamos en la misma universidad, aunque él está en medicina.

—Oh, un doctor... interesante, si se especializa puede ganar mucho dinero y mantenerte.

—¡Basta! —grita, abochornada, ante las insinuaciones de Robert con respecto a Hassel. —No necesito que un hombre me mantenga, para algo estoy estudiando una carrera.

The voices i want to hearWhere stories live. Discover now