Capítulo 3 (+18)

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Las dulces mieles del encuentro carnal. Hace bastante tiempo que Allham, no disponia de tales placeres y Diliv tampoco. Tras el primer encuentro, habían elegido ser amantes sin siquiera decir alguna palabra.

Diliv, una mujer de las lejanas tierras de Urz, en estos momentos sacudía todos sus tremendos encantos. De dormir alguien al lado, seguro escucharian los candentes gemidos que daba.

No eran fingidos, si bien muchas mujeres solían hacerlo para respetar el ego de los varones. Ella solía ser directa y decirles sobre su penoso rendimiento. Allham si que conocía bien el complejo acto, de satisfacer a una mujer.

Diliv estaba abstraída, gemia por reflejo de cada brusca embestida, que rozaba el punto perfecto. Le clavo las uñas al desgraciado, por momentos rodaba los ojos, y su morena piel estaba sudorosa.

La rudeza de sus movimientos, parecía que destruiría la cama. La mujer buscó hacer contacto visual. Su amante veía embobado, como se sacudian sus pechos.

—¿Tanto te gustan? —ronroneo con voz temblorosa y jadeo.

—Nunca vi a una mujer que las tuviera tan grandes.

—Eres un marrano...

No lo decía en serio, agarro al hombre por la nuca y le hundió la cara entre ambas tetas suyas. Allham la sujeto del trasero, le pego una nalgada, mientras gruñia de placer.

Y Diliv estaba echando fuego, un hombre que si gime la excitaba demasiado. Entonces acompaso las embestidas.

Semejante ritual duró al menos media hora más, cambiaron posiciones. Allham mostró un amor por los pechos de la morena, que consintió a punta de besos y lamidas en esas enormes aureolas rojizas.

Diliv se retorcio, de sus ojos asomaron las lágrimas, para este punto el aliento empezó a faltarle, sintió que algo venía.

«Dioses que no pare». Rezó ella, un instante después dejó de pensar y exclamó un gemido que fue debilitándose segundos luego.

Allham saco el miembro y lo jaló encima de la morena. No podía ser de otra forma, el hombre acabó en sus senos.

Ambos se recostaron boca arriba. Diliv rápidamente agarro un trapo, limpiándose los despojos.

—Agradezco tu respetuosa manía de no echármela dentro, pero bien podrías elegir las sábanas, no sobre mis lomos.

—Para la siguiente.

—¿Qué? ¿Piensas que habrá otra? —inquirió ella y sonrió con desdén.

—Lo dirás tú... Creía que ambos disfrutábamos el «tender cobijas». Que va, se que te fascina.

—Creído. —la morena le arrojó el trapo a la cara.

—Nooo, santos. Apártame eso.

Guardaron silenció y los minutos transcurrieron, hasta que Diliv se levantó y empezó a vestirse.

La vela en el cuarto de Allham ardía, aunque casi consumida totalmente.

—¿Te marchas ya?

—Hoy hago guardia, debo de.

—El varón Carzvurxt te tiene presente, vives preocupada de más.

—También soy una mecena, Allham. —aclaró Diliv, termino de ponerse las botas y se paró.

Allham acostumbraba arruinar el buen humor, que el mismo le regala. Ese mínimo detalle, la provocaba buscar algún remplazo igual de bueno.

«Ay Diliv, tu sabes bien que la valiosa cualidad de ser hábiles para tirar, la tienen esta clase de hombres». Pasó a retirarse satisfecha y sin despedirse.

KOniTEN: Koko ni Tenkei Tekina Isekai... Daro?Where stories live. Discover now