CAPÍTULO VEINTITRÉS

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𝐄𝐥 𝐀𝐍𝐈𝐋𝐋𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐒𝐔𝐋𝐓𝐀́𝐍


El rostro de Peter chocó contra un suelo diferente, era sólido y fresco. Levantó su cabeza para ver el piso dorado en el que había caído, su alrededor le sorprendió, jamás había visto tanto lujo en un simple patio. Aunque de inmediato dedujo que no era un patio cualquiera.

—Te he dicho ya que no debes saltar con tanto impulso al portal.

Entre quejas y maldiciones se puso de pie.

—Claro, ahora que lo tienes a él te olvidas de mí —dijo, al verlos susurrar entre ellos como si idearan un plan en el que no debían incluirlo.

Sage dejó de hablar para observarlo con las cejas alzadas. Antes estaba segura de que le había dejado en claro el verdadero motivo de la presencia del príncipe, pero aquello le había hecho dudar.

—¿Cómo podría olvidarse de ti si eres su prometido?

Merlín estaba consciente de lo que había dicho, en realidad quería saber la verdad y sabía que de Pan no la obtendría.

—¿Prometido?

Alternaba la mirada entre los dos muchachos, buscando una respuesta.

A Pan se le heló la sangre. No pensaba que su pequeña mentira lo llevaría a ese momento incómodo.

—Si, él dijo que se van a casar —agregó, mostrandose inocente, descubriendo al niño mentiroso. Peter negaba con la cabeza, pidiéndole que no continuara—. Y además dijo que usted se lo había propuesto.

—¿Y que yo...? —Soltó una risa llena de sarcasmo—. No le creas nada.

—Ahora sí que nos matamos, principito. —Intentó acercarse, pero Merlín le apuntó con la espada en el pecho—. Es fácil hacerse el valiente con una espada. Suéltala y veamos de qué estás hecho.

El príncipe no la soltó, no iba a hacerlo. Lo había visto enfrentarse con guardias armados y ninguno le había causado un solo rasguño, la sangre que había limpiado de sus manos, las gotas en el rostro, no habían sido de él. Estaba seguro de que no podría darle pelea más de diez minutos.

—No se comporten como niños ahora —se quejó—. ¿No ven dónde estamos?

—¿Dónde? —preguntaron al mismo tiempo, sus miradas querían matar, pero aquello no les era posible.

—Este es el patio de las esposas y de la hija del Sultán. —Observó su alrededor, buscando la enorme puerta que según su memoria los llevaría al interior del palacio—. Si no están aquí significa que están preparándose para algo.

—Hace tres días llegó una invitación al castillo, hoy se cumplen treinta y tantos años del reinado del Sultán. —Le dio un giro a la espada para guardarla.

—Ten cuidado con eso. —La Reina retrocedió dos pasos y le reprochó con la mirada al príncipe.

—Perdone, Majestad.

Pan se dedicó a observar la expresión de Sage. Parecía querer destruir aquella espada con la mirada. Reunía más preguntas para hacerlas cuando tuviera un momento a solas con ella y esperaba que le respondiera.

Ella se aclaró la garganta.

—Vayan por allá, dejen la bolsa conmigo. —Les señaló a las puertas doradas que no estaban custodiadas, luego inspeccionó al muchacho de ojos verdes—. Peter, necesitas ropa decente.

Ingobernables: Nunca Jamás  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora