Recién era miércoles y los estudiantes no podían creer que la semana se estuviese haciendo tan larga. La falta de ritmo de estudio y el tener que levantarse temprano los tenía agotados.
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Sin duda el tiempo que tenían de vacaciones les hacía olvidar lo estresante que solía ser la escuela, más para quienes se exigían demasiado como Paulo.
— Hola cuchurrumin. — saluda Leandro a Enzo abrazándolo por los hombros después de hacerle fosforito.
— Sos un gil vos. — se queja quitándose sus brazos de encima. — Che, hay que salir este fin. — dice mirándolo mientras se soba la cabeza.
— Más vale, gato. Hay una piola que queda cerca de lo de Ota, previamos en su casa y nos vamos. — propone y el más bajo asiente.
— Che, ¿y los otros? — le pregunta sin entender porqué sus amigos aún no habían llegado.
— Y si entramos tarde hoy, Enzo. — dice mirando al otro fruncir el ceño.
— ¿Cómo? ¿y qué haces acá vos? — le pregunta aún más confundido.
— Me di cuenta cuando estaba llegando y ya me dio paja volver a mi casa. — admite haciéndolo reír.
— Vamos al curso. — propone Enzo y el otro acepta.