CAPÍTULO 1: Conexión de miradas

560 33 14
                                    


Bienvenid@as a un nuevo mundo de emociones 😍. Espero que disfruten esta nueva historia 💖.

Bajé las escaleras corriendo tras el llamado insistente de mi padre; mi perro Winter, como siempre, corrió tras de mí escaleras abajo y luego se puso adelante en modo protector, justo cuando levanté la mirada y me encontré con esos ojos verdes que no había visto nunca.

—Hija, él es Thomas Jones —habló mi padre y solo entonces aparté la mirada de aquel chico que permanecía viéndome con una sonrisa—. Es el hijo de mi gran amigo Óscar, acaba de llegar de Nueva York.

—Hallie, ¿verdad? —preguntó aquel muchacho de mirada penetrante que me dio escalofríos al instante.

Llevaba un gabán marrón de estilo de los años ochenta y unos pantalones un tono más claro que combinaban a la perfección con el color de su cabello ondulado. Lo recorrí de pies a cabeza antes de responder:

—Sí.

—Es un gusto conocerte por fin. —Dio un paso al frente y extendió su mano en mi dirección. Mi perro le gruñó mirándolo fijamente y lo dudé por un instante, pero finalmente, extendí la mía en respuesta y me dio un apretón.

Su piel era cálida y un tanto rústica; por un momento creí que no me soltaría, pero un par de segundos después, aflojó el agarre y pude apartar mi mano.

—El gusto es mío —respondí sin mostrar un rastro de mi sonrisa, como siempre.

Los extraños que llegaban a mi casa sin avisar me daban desconfianza y mucho más si sonreían sin motivo. No nos conocíamos y aunque mi padre me hubiera hablado de él y a él de mí, no comprendía el hecho de que me mirara como si fuera una famosa pintura colgada en un museo.

—Thomas se hará cargo de los asuntos de Óscar mientras él se recupera —explicó mi padre acercándose al chico para darle un apretón en el hombro. Solo entonces noté lo alto que era; había por lo menos unos diez centímetros de diferencia entre la altura de mi padre y la suya, a pesar de que consideraba que mi progenitor era lo suficientemente alto.

—Así es —respondió estirando las esquinas de sus labios en mi dirección; parecía que yo era lo único interesante que mirar, aunque mi perro, obviamente, fuera más hermoso.

Winter me miró y soltó un pequeño quejido de desconfianza, el mismo que siempre emitía cuando alguien no le gustaba, aunque sinceramente para mí fue algo muy normal, teniendo en cuenta que a él no le agradaba ningún hombre que entrara a mi casa o se me acercara; era un novio perruno bastante celoso...

No supe qué responder y simplemente forcé una sonrisa en dirección a mi padre.

—Si me necesitas de nuevo, estaré arriba —le dije antes de darme la vuelta y empezar a subir las escaleras.

—Thomas se quedará a desayunar —afirmó Gerard Roussel y me detuve por un instante antes de girar mi rostro para mirarlo.

—Está bien, en un momento bajo.

Mi padre, Winter y yo, teníamos la costumbre de desayunar un poco tarde los fines de semana, a las diez, para ser exactos y apenas eran las ocho. Yo cocinaba algunos sábados o domingos, pero bajaba a las nueve y ese día tenía que cambiar mis planes de ir a trotar con mi perro por meterme a la cocina una hora antes.

Hice un mohín retomando mi camino escaleras arriba, con Winter cuidándome las espaldas y solo cuando volví a entrar a mi cuarto me fijé en la pinta que tenía; un moño alto desordenado con varios mechones sueltos adornaba mi cabeza y llevaba mi pijama, la cual estaba compuesta por un short bastante corto con un par de muescas a cada lado de los muslos y una blusa de tiras con la estampa de Winter en ella.

Encuentra mis lunaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora