Capítulo 1 - Fotografías

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Cada tanto me pregunto si se acordará de mí. No sé si es tan importante en este momento, pero me gustaría que así fuera, porque no pasa un solo día sin que me acuerde de él, de su carita tierna y de sus palabras de amor incondicional. No quiero ser egocéntrica pero sé que me admiraba. Por lo menos eso decía y me hacía muy feliz.

Pensar en sus abrazos y caricias me reconforta. Aunque sé que nunca más voy a tener esas muestras de cariño, me hace bien pensar en ello. No puedo olvidar aquel día en el que me dijo que estaba enamorado de una chica. Sentí que me arrancaban una parte de mí, que me estrujaban el corazón.

Era lindo hablar con él. Sus historias de niño y luego las de adolescente me hacían recordar a mis tiempos de juventud. Esos tiempos en los que parece que nada es tan importante.

Los días de adolescencia son los que nos marcan para siempre. Los aromas de los lugares que recorremos hacen que nuestra memoria los guarde por el resto de nuestra vida.

Cuando dejamos de estar juntos yo ya era una persona grande. Ahora recuerdo que en ese momento las cosas en mi mente estaban confusas. Tan confusas que a veces me olvidaba de lo más importante. No lo podía controlar, estaba fuera de mi alcance, pero lo que si recordaba era la expresión tierna de Elías mirándome.

En mi mente siempre estará presente aquel último agradecimiento de su parte por haberle cambiado la vida.

***

Quiero comenzar a contar esta historia desde el principio, desde que la conexión entre nosotros se volvió más fuerte. Fue hace mucho tiempo, pero aún recuerdo el momento exacto en el que advertí que me necesitaba y que debía ayudarlo. Le llevé el desayuno a la cama muy silenciosamente y noté que estaba repitiendo una y otra vez lo que había pasado el día anterior. Me sorprendió esa situación. Tenía sus ojos aún cerrados y yo no había hecho ni el mínimo ruido. Por lo tanto, aún no se había dado cuenta de mi presencia.

Esto me recuerda a una reflexión que me acompaño toda la vida: cuando uno tiene los ojos cerrados parece que el mundo desaparece pero el mundo es mucho más de lo que vemos. Es lo que sentimos, lo que escuchamos, lo que olemos, lo que tocamos, lo que nos pasa. Es necesario sentir lo que nos rodea para conocer el mundo, con todos los sentidos.

Esa mañana en la que Elías repetía una y otra vez las cosas que había hecho y habían pasado el día anterior, entre sigilosamente a la habitación para que no notará mi presencia. Estuvo mucho tiempo así y el té con leche que tomaba todas las mañanas comenzaba a enfriarse.

Decidí prender la luz y con esa sola decisión logré que abriera sus ojos y que de su boca no saliera una palabra más.

—¿Abuela? —preguntó con su tierna voz.

—Te traje el desayuno —respondí con una sonrisa— no quería molestarte porque estabas muy ocupado hablando con tu conciencia.

Él sonrió. Eso siempre cambiaba mis mañanas y esa no fue la excepción. Ver su sonrisa iluminaba la mía. Nunca imaginé vivir sin él ni que él viviera sin mí, pero día a día notaba que podía hacerlo. 

Elías era una persona feliz, con una vitalidad increíble. ¡Claro! No había llegado a la vejez todavía. En aquellos momentos pensaba que él podía contra todo el mundo, ese que se ve aún con los ojos cerrados. Sentía que podía superar todos los obstáculos que se le presentaran en la vida, pero esa mañana fue diferente. Noté algo extraño y me preocupé.

Me senté a su lado y le pregunté si me quería contar algo, si necesitaba hablar.

—No pasa nada, abuela —respondió.

—Elías, si algún día necesitas hablar con alguien, sabes que voy a estar y que podés confiar en mí.

Se sentó en la cama con una expresión de preocupación.

—Tengo miedo de olvidarme de las cosas que me pasan – dijo con tono de tristeza.

Me quedé sorprendida ante este planteo.

—No podés olvidarte de las cosas —respondí. —Eso queda guardado en la memoria para siempre.

—Pero entonces, ¿por qué la gente se saca fotos?

—Para acordarse de los momentos lindos, supongo. De cómo era antes, no sé.

—Tengo miedo de eso. De no poder acordarme de los momentos lindos. Yo no puedo tener fotos.

Por un momento no supe qué responder pero le expliqué que no era necesario. Los momentos lindos se recuerdan por el sólo hecho de haber sido lindos.

—En serio, no tenés que preocuparte por eso —le dije finalmente— ¡Mira! Te traje el desayuno.

Sonrió.

—Cuando vuelva a mi casa no me van a traer el desayuno a la cama y no va a ser fácil acostumbrarme a eso —bromeó— Vos siempre me consentís en todo.

—Supongo que es porque soy abuela —le dije riendo— Las abuelas siempre tratamos de darle todo a nuestros nietos. Porque son nuestros pequeños tesoros y no queremos que nos los roben.

No voy a negar que extraño esos momentos en los que hablábamos de cosas que necesitan decirse. Si me preguntaba las razones de mis acciones siempre tenía esa respuesta: "Será porque soy abuela". Por él hubiese dado mi vida y hubiera hecho cosas que ni yo las podría creer. Cuando una es abuela todo lo demás no importa, seguís queriendo a tus hijos como si fueran lo más importante de este mundo, pero los nietos son diferentes, son aquellos que llegan cuando uno ya ha vivido mucho.

Cuando Elías llegó a este mundo me encontró con mucha experiencia, con otra perspectiva acerca de las cosas que nos rodean. Más cansada, eso sí. Pero con la energía suficiente como para prepararle el desayuno y llevárselo a la cama o para consolarlo cuando la vida lo golpeara. Ya habían pasado nueve años desde que me había encontrado así. Ahora estaba un poco más cansada pero ver esa sonrisa por las mañanas era lo que me daba fuerzas para seguir.

Eran los últimos días de las vacaciones de verano. Pronto Elías comenzaría las clases y yo me quedaría sola nuevamente en casa. Él se quedaba durante todas las vacaciones. Muchos de los fines de semana durante el año también recibía su visita, salvo cuando tenía alguna otra actividad que impedía ese encuentro. De todas formas, hablábamos mucho por teléfono y escuchar su voz era lo más lindo del mundo.

Se preguntarán si tiene algún defecto. Sí, tiene muchos, aunque hay cosas que pueden ser defectos o virtudes, depende de cómo se interprete.

Elías tenía muchas cosas que lo hacían, a veces, una persona muy extraña. Su mejor amigo siempre decía que, en ciertas ocasiones se volvía intratable, pero que tiene la virtud de solucionarlo admitiendo que se equivocó.

Sé que con Mariano tuvo muchas discusiones y que algunas parecían irremediables, pero también sé que es su mejor amigo y que lo va a cuidar siempre. Se quieren mucho.

No quiero seguir dando vueltas hablando maravillas de Elías. Es momento en el que comience a contar esta historia que quizás no es la más fascinante, pero es mía y todos los momentos que voy a relatar son muy importantes para mí. Los llevo en lo más profundo del alma.

Siempre hay momentos para ser feliz y otros para estar tristes. Yo estoy orgullosa de que en mi balanza, tengan más peso los momentos de felicidad. Además, verlos felices en esa casa en la que compartí incontables momentos con Elías, hace que nuevamente disfrute de la vida.

RecuérdameWhere stories live. Discover now