Capítulo 2 - Sonidos, aromas y momentos

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Durante un tiempo me dediqué a investigar cómo podía hacer que Elías se tranquilizara con el asunto de sus recuerdos. Eso me preocupaba porque lo veía triste, pensativo y sus ojos me mostraban cierta melancolía que no podía soportar. Elías tenía casi 10 años y no era justo que tenga ese tipo de preocupaciones. 

Pensé en los cinco sentidos que tiene el ser humano y recordé que, entre tantos artículos que había leído, uno decía que las personas a las que le falta la vista desarrollan el sentido de la audición. Comencé por ese camino. Pensé en grabar los momentos vividos o contárselos en un audio, que tenga una colección. Grabé unos cuantos mientras miraba las fotos con el fin de reproducir fielmente lo que había sucedido. Me llevó un tiempo porque quería que su colección de audios comience teniendo la mayor cantidad de recuerdos posible.

Eso funcionó durante unos cuantos meses. Sin embargo, un fin de semana en el que Elías se quedó en mi casa dijo que me agradecía por todo el esfuerzo que estaba haciendo, pero que los audios cumplían la misma función que mis relatos en vivo. A mi me gustaba mucho contarle a Elías las historias pasadas. Él sabía todos los momentos familiares, todas las idas y vueltas, los momentos posteriores a su nacimiento, su infancia. Lo sabía todo porque yo me había encargado de contárselos y él había preguntado lo suficiente.

Cuando mi nieto me explicó lo que sentía escuchando los audios, me derrumbé. Me había esforzado mucho, sentí que iba a ser útil, pero me había equivocado. Con cierta tristeza en la voz, le prometí que encontraría otra manera. Con su eterna gentileza me dijo que no me preocupara más, que él ya lo había entendido. Sin embargo, sus palabras estaban cargadas de emociones y no iba a permitir que se quede con esa cuestión sin resolver.

—Elías, hace un tiempo te prometí que encontraría la manera de que tengas tus recuerdos y lo voy a cumplir. Esto no funcionó, está bien. Habrá alguna otra forma.

—No sé si deberías perder el tiempo en algo que quizás es un problema mío. No quiero que estés preocupada por eso —respondió.

Mi corazón se partió en dos. Era increíble como una persona tan pequeña podía decir palabras tan maduras. Más allá de lo que dijo Elías, seguí con mi plan de buscar una forma de conservar sus recuerdos.

Buscando en internet, finalmente encontré algo. Leí:

                    CÓMO CONSERVAR LAS HIERBAS AROMÁTICAS

                    1. Introducir las hierbas aromáticas en aceite de oliva y dejar reposar, como mínimo, una hora.

                    2. Dejar descansar sobre papel absorbente durante todo el día.

                    3. Colocar algodón con alcohol en la base de un frasco.

                    4. Finalmente, colocar la hierba adentro del recipiente y tapar.

Antes de comunicarle a Elías mi descubrimiento, decidí probar si realmente funcionaba. Preparé todo, respeté cada uno de los pasos y una vez en el frasco, aguardé aproximadamente un mes. Cuando volví a abrirlo, el aroma continuaba ahí. Me sentí feliz, realizada. Había conseguido lo que tanto anhelaba y de cierta manera me sentía satisfecha con mis logros.

Llegó el día en el que Elías estuvo todo el fin de semana en mi casa. Estaba decidida a contarle todo lo que había hecho y lo que había conseguido. Como cada mañana, le llevé el desayuno a la cama y, al despertarlo, sentí la necesidad de abrazarlo. 

—Abuela, ¿qué pasa? —dijo mientras sonreía.

—¡Estoy feliz! —respondí y continué— Tengo que contarte algo que me pone muy contenta y espero que sientas lo mismo que yo cuando te lo cuente.

Su rostro se transformó. Dio un sorbo al té y me pidió que se lo cuente. Creo que mi felicidad desbordaba y se hacía notar en toda la habitación. Entonces, sin perder más tiempo, hablé.

—Estuve investigando mucho y probando diferentes cosas hasta que llegué a un resultado que creo que va a servir para que puedas tener tus recuerdos como querías. Ya sé que me dijiste que no me preocupara, pero soy tu abuela y no podés pedirme eso.

Elías sonrió y si yo no hubiera reaccionado rápido, hubiese tirado todo lo que estaba en la bandeja del desayuno para abrazarme. Ese abrazo no lo puedo olvidar, a pesar del tiempo que transcurrió desde ese día y de la distancia que nos separa en este momento. 

Luego de esa demostración de cariño, le expliqué que yo había hecho mi parte y la iba a seguir haciendo, pero que él también debía seguir unas instrucciones para que todo funcione bien.

—Siempre que salgas de casa, tenés que llevar en el bolsillo, en la mochila o donde prefieras alguna hierba aromática. Una o dos en una bolsita. Entonces, en el momento que pase algo importante o algún instante que quieras guardar en tus recuerdos, debés oler alguna de las hierbas y ese será el aroma del momento. A partir de ese día, cada vez que sientas ese olor, recordarás todo lo que sucedió. También vamos a guardar cada hierba en un frasquito con una etiqueta para que puedas tener tus recuerdos cuando quieras.

Elías estaba maravillado. Fue muy diferente al día en el que le propuse lo de los audios. Esta vez lo noté realmente entusiasmado. Le expliqué también que quizás las hierbas que llevaba no eran necesarias. Tal vez algún aroma particular del ambiente podía ser un recuerdo, pero tenía que identificarlo para poder buscarlo y guardarlo.

—Este es un momento importante, quiero guardarlo —dijo.

Como no podía ser de otra manera, fui a buscar una de las hierbas y se la di. Él la puso debajo de su nariz y noté en su expresión que había guardado el recuerdo. Ese momento ya tenía su aroma particular. Hice todo el tratamiento como indicaban en internet mientras Elías escribía en su máquina Braille, la etiqueta que pegaríamos en el primero de muchos frascos que iban a acumularse durante años.

RecuérdameWhere stories live. Discover now