PUF-063.

767 77 18
                                    

—¿A dónde crees que vas?.—miré a Santos.—Eres la última persona que ella quiere ver.

—¿Eso te dijo?

—Sí.

—Mientes.

—No, en realidad no miente.—mi mirada fue directamente hacia Paris, se abrazaba a sí misma y temblaba , me preocupo demasiado verla así y tener a Santos en mitad de nosotros impidiéndome acercarme estaba colmando la poca paciencia que tenía.

—Paris, yo n...—bajó la mirada antes de dirigirse a mi.

—¿Por qué decidiste eso?

—¿Por qué?

—¡Está muerto, Armando!.—y por primera vez en mucho tiempo pude ver la mayor expresión de odio a través de los ojos de mi mujer, negó varias veces con su cabeza y finalmente se acercó.—¡Por tu culpa!.—me recriminó.—¡Me quitaste a mi papá, me quitaste a mi bebé!.—las lágrimas salían descontroladas.—Hubieras elegido salvarlo porque dejándome viva me mataste a mi, ¿oíste?.

—Paris, me dijeron que debía decir, todo se complicó de un momento a otro, yo no me perdonaría si algo malo te llegase a pasar.

—Fallaste todas las veces que tuviste que cuidarnos, ¿por qué carajos quieres jugar ahora al protector mm?

—Eso no es justo.

—No lo es, tampoco lo es que tenga que enterrar a mi hijo.

—Paris, escúchame.

—No, Armando.

—Es hora de irnos.—ella retrocedió algunos pasos.—Paris.—fruncí el ceño cuando le susurró algo a Santos, el tipo se fue y ella comenzó a guardar sus pocas pertenencias.

—¿Quieres que te ayude?

—Luar, no te quiero aquí.

—¿Y en donde carajos debería estar?.—la frase salió bruscamente de mis labios, no tuve tiempo de analizar lo que decía porque en ese preciso momento fui consciente de la realidad.

El chamaquito que nos tenía ilusionado a ambos no estaba, yo decidí salvarla, mantengo que fue porque la amaba y que juré que siempre la cuidaría pero quizá fue el ciego egoísmo, me negaba a imaginarme el mundo sin Paris, no podría ni aunque pusiera todo mi empeño. Era justo que me odiara.

—Armando.—cuando vino hacia mi no aguanté más y me derrumbé, creo que no lloraba desde el día de la tragedia aquella, sentí sus cálidas manos acariciando mi cuello.—Armando.—susurró nuevamente.—quería responder pero las palabras no salían.—Tengo que irme.

—¿Para dónde?

—Con Santos.

—Paris, no...—pareció pensarlo por unos instantes pero finalmente la respuesta fue un rotundo "no" seguido de leve empujón para liberarse de mi agarre.—¿Qué sigue, Paris?

—Harás tu vida y haré la mía, como debió ser desde el comienzo.

—¿Vas a ... enterrarlo o...

—¿Serio me estás preguntando esto ahora?

—Quiero despedirme, estoy en mi derecho.

—Tengo que irme, Luar.

—No me digas así.

—No eres Armando, tienes tiempo que dejaste de serlo, yo estaba demasiado ciega para verlo pero....—suspiró.

—¡Paris!.—sentí como su cuerpo se tensó.

Public Figure | Luar la L Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora