VEINTINUEVE

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Matias se negaba a volver a Buenos Aires, hacia ya dos meses que los chicos habían vuelto a Argentina pero él había dicho que tomaría un avión la próxima semana, luego la otra y así fue posponiendo hasta transcurrir ocho semanas

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Matias se negaba a volver a Buenos Aires, hacia ya dos meses que los chicos habían vuelto a Argentina pero él había dicho que tomaría un avión la próxima semana, luego la otra y así fue posponiendo hasta transcurrir ocho semanas.

A Greta no le molestaba, le preocupaba el hecho de que el chico pusiera tantas excusas para no volver, excusas que una noche terminó desmantelando con un "es que me da miedo no volverte a ver" mientras ambos se hacían mimos.

— Sabes que eso no va a pasar. — murmura la chica sin dejar de hacer caricias sobre su pelo. — Nos vamos a volver a ver, tenemos los teléfonos y toda la onda. —

— Si pero no es lo mismo, no me imagino despertarme y ver que vos no estas. — a pesar de que hablaba en voz baja su tono era serio y un brillo minúsculo de tristeza adornaba sus ojos color café. — Ya me acostumbré a esto y que se yo, no quiero otra cosa. —

Greta ni lo había dicho pero tampoco imaginaba otra cosa, tampoco imaginaba volver a despertar sola o estar tanto tiempo sin ver al chico.

Y aunque habían veces que querían arrancarse los pelos, siempre terminaban durmiendo abrazados. La convivencia no era nada fácil, ella lo sabía por su madre y Roberto pero jamás imaginó discutir por cosas tan tontas hasta que Matias empezó a vivir junto a ella.

El problema central era que Greta estaba obsesionada con el orden y la limpieza, dejaba ciertas cosas de manera estratégica para "no estresarse", su placard estaba ordenado por tipo de ropa y por estación, su escritorio igual mientras que Matias era un tanto más despreocupado, y en su ignorancia lograba alterar a la rubia: cuando dejaba la toalla en el piso del baño, cuando dejaba las botellas vacías sobre la mesa, el hecho de que aparecía ropa de él en el mueble de su novia, y Greta siempre terminaba retandolo mientras lo señalaba con el dedo.

Era domingo, 15 de Marzo, el aroma a salsa podía sentirse desde la entrada. Greta cumplía veintitrés años y su principal deseo era comer pastas caseras hechas por la madre de Roberto y al ser la única "nieta" se le cumplían todos los caprichos.

Los padres de Roberto, Mabel y Roberto intentaban terminar de decorar la torta mientras Matias entretenía a la rubia en el patio trasero de la casa de los mayores jugando con el perro de la familia.

Matias no podía dejar de reír mientras corrían del cachorro gran Danés, bastante grande de tamaño para los ocho meses, alrededor de la pileta. La chica tenía agarrada la remera de su novio, mientras lo puteaba por haberlo alterado. No importaba lo que hicieran, Canito había desatado una guerra contra la pareja.

— ¡Pará, pará boludo! — suelta entre risas cuando vuelven a dar otra vuelta a la pileta y ella resbala. —

El castaño se suelta del agarre cuando ve como la rubia pierde el equilibrio cayendo en seco al agua y empieza a reír de la forma más burlona posible, apoyando sus manos sobre sus rodillas para conseguir aire.

𝐋𝐚𝐛𝐲𝐫𝐢𝐧𝐭𝐡 - 𝐌𝐚𝐭𝐢𝐚𝐬 𝐑𝐞𝐜𝐚𝐥𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora