Capítulo 24.

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Dos días después Samir atravesaba la puerta de entrada del castillo de Lancaster con una enorme sonrisa y prepotencia en su andar. El mayordomo lo miró con una ceja alzada y, cuando el joven señor no era capaz de verlo, se rió para luego carraspear la garganta y seguir con sus obligaciones.

El marqués de York siguió el sonido del piano sonando hasta la salita de música en la que disfrutaban de una de las presentaciones de Nisha. Al usual quinteto formado por su madre, la tía, las dos hermanas Montgomery y la institutriz se habia unido ahora lady Graham. Sin embargo el joven se detuvo en el umbral de la puerta al darse cuenta de algo.

—¿Dónde está Sashi? —preguntó. Los ojos marrones de su progenitora se estrecharon en su dirección.

—Buenas para ti también, hijo, en estos días apenas he logrado verte. Has estado tan ocupado que pareces ser tú la novia y no al revés. —Ninet rió por lo bajo y la señorita Mills desvió la mirada hacia las partituras repartidas en la mesita del centro.

—Ella está con la modista —facilitó la tía Anusha que intentaba mostrarse serena, ocultando la diversión que sentía al ver a su cuñada celosa.

—Claro, tú anda y dile a la primera lo que desea saber. Si total, se casa con tu hija y me abandona a mí. —Marygold hizo un gesto dramático como si estuviera eliminando una lágrima invisible de su mejilla—. Se supone que cuando un hijo se casa su madre gana una hija, ¿por qué razón entonces es mi sentir que es al contrario?

Samir avanzó con largas y calmadas zancadas, llevaba las manos en los bolsillos de manera despreocupada. Tomó lugar al lado de su madre, quien pretendiéndose ofendida se giró para darle la espalda.

—¿Por qué mi cuñada será tan dramática? —Pronunció la condesa de Agra sin referirse a nadie en específico, divirtiéndose al bromear a costa de su amiga—. Al final es mi hija la que se queda en este hogar y no al contrario.

—¿En serio sientes que no he estado a la altura de la situación, maan? —El corazón de la duquesa se ablandó al escuchar a su hijo llamarla de esa manera que solía hacer cuando era pequeño.

—¿Por qué has tenido que crecer tan rápido? ¿Qué apuro tenías? Me parece que fue ayer cuando te sostuve por primera vez entre mis brazos, eras tan pequeño y necesitabas tanto amor... —rememoró y, en esa ocasión de verdad, una lágrima se escapó de sus ojos castaños.

El resto de las mujeres hicieron silencio y enfocaron sus miradas en otros asuntos, era un momento íntimo entre madre e hijo. Incluso Anusha, que había estado allí desde esos primeros días, se levantó de su asiento y se sentó al lado de lady Graham.

Samir tomó las manos de su madre, a pesar de que esta aun no lo miraba al rostro, y las besó. Llenó sus nudillos de pequeñas presiones una y otra vez, justo como ella hizo cada vez que él acudía a ella con alguna herida. No se le habia olvidado que sus padres habían perdido antes de él a un bebé, quizás por eso su madre se encontraba tan sensible con esta situación.

—Tú siempre serás la primera mujer a la que amé —susurró acercándose un poco más.

Marygold no pudo soportarlo más y abrazó al hijo que le habia devuelto la vida y los sueños con su sola presencia. Porque, aunque la duquesa jamás lo admitiera, antes de Samir no habia estado completa.

—Tú madre no quiere que pienses que no está de acuerdo con este matrimonio, Samir —explicó con el rostro aun enterrado en el espacio entre su cuello y hombro—. Es solo que siente que va a perderte. Sé que Sashi y tú serán felices, se aman demasiado como para que sea de otra manera, mas igual tengo miedo por el futuro. Porque a partir de ahora es que de verdad te convertirás en un hombre y por un tonto sentido del orgullo ya no querrás recibir nuestra ayuda.

Sashi, entre el honor y el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora